Editorial: El desafío a la vuelta de la quincena

Jade Ramírez Cuevas V.   @jadercv

En los últimos cuatro meses más de 30 reporteros que cubrían la agenda local en la Zona Metropolitana de Guadalajara, pasaron de las asignaciones diarias, a la banca del desempleo por recortes en las redacciones, despidos por ajuste editorial o cierre de publicaciones. El más reciente fue la versión tapatía de MásporMás que circuló por última ocasión el 15 de febrero.

En charlas de café y redes sociales, aparecen los llamados de auxilio para “entender y enfrentar la crisis” del periodismo en Guadalajara, como si todo se redujera a la zona metropolitana, sin dimensionar la crisis que enfrentan quienes ejercen en la región Valles o el sur, meca del Cartel Jalisco Nueva Generación; la costa, donde levantan a Chapitos; o en los municipios que duermen en cuanto clavan el pico las gallinas por el toque de queda no oficial en los Altos de Jalisco.

Como si el periodismo, bueno o malo, solo se hiciera en la capital del estado; lo demás, parece, se define como “pasquines” o esfuerzos amateurs poco registrados en la memoria colectiva. Sucede, también, que la nostalgia por las grandes iniciativas de las que emergieron diarios de avanzada como Siglo 21 y Público invade los corazones ya no de los lectores, sino del propio gremio. Pero no más.

Como pasó en Chihuahua con la llegada de Javier Corral y su política de cero maiceada a medios, -ésta trajo como consecuencia el cierre de periódicos que anunciaron con bombo y corneta su salida de la jugada, pues los beneficiosos convenios de publicidad oficial que habían tenido con César Duarte se acabaron-, en Guadalajara ya se sienten los estragos por convenios caídos o achicados.

Pero a la, digamos, crisis del periodismo en Guadalajara hay que sumarle dardos. Uno de ellos, la desbandada de buenos y experimentados periodistas que brincaron en busca de mejores sueldos y condiciones de vida a la fila de la burocracia en oficinas de Comunicación Social, con todo lo que ello implica. Sin embargo, parece que se olvida que el buen periodismo hace rato que dejó de producirse en medios tradicionales. Los premios nacionales e internacionales de periodismo así lo señalan. Las grandes investigaciones periodísticas tienen salida, la más de las veces, en versión digital antes que impresa.

Y ejemplos para mirarse hay en el escenario: en Puebla Lado B, en el sureste Chiapas Paralelo, que marcan la ruta de la otra cobertura noticiosa de los temas políticos como sociales del estado. Y en Jalisco los intentos por afianzar iniciativas autogestivas de periodismo se asfixian en poco tiempo. Ya sea porque el modelo de negocio no se diseña bien, porque se acaba pronto la inversión o porque, sencillamente, es tan precaria la situación laboral, que rápidamente mina entre los reporteros el ímpetu de consolidar un medio.

Pero ya hay luces. Al menos en voz alta se ha expresado la necesidad de iniciar una nueva travesía, se están articulando ideas y proyectos colectivos, más allá de iniciativas blogueras e individuales; y, parafraseando al director de Lado B al explicar cómo se han sostenido, “si se esperan a que llegue el político o empresario buena onda que te diga, aquí está, monta tu medio”, pueden correr meses o años, mientras que las audiencias como los temas y agendas invisibles seguirán requiriendo buenos periodistas: esos que pululan en Jalisco, que arrasan en premios nacionales como internacionales, pero sobre todo, aquellos cuyo amorío con el oficio va más allá de un salario de muchos ceros, o una “buena” posición en la cadena productiva de noticias.

Sí, claro, los periodistas también tienen derecho a aspirar a un salario digno, a la cobertura médica, prestaciones, garantía de viáticos y estímulos anuales, pero los tiempos locales como globales, están marcando otra pauta. Una que rompa con la amistad de cocteles y que sume trabajo en colectivo para realizar grandes producciones periodísticas. Esas que dejan impronta, esas que marcan época.

Un medio alternativo no se consolida ciento por ciento en dos, ni en cinco años, a El Faro le llevó al menos una década, y aunque Pie de Página de la Red de Periodistas de a Pie a un año de haberse lanzado ya cosecha premios por sus investigaciones colaborativas con becas o subvenciones internacionales, está en ciernes su sustentabilidad.

A la vuelta de la última quincena está la oportunidad de apuntalar un esfuerzo colectivo que, al paso de los años se vuelva mítico y paradigmático como ya lo hicieron cooperativas y solventes empresarios en otros años.

El tiempo corre, que inicien las proyecciones. Toca el turno a los periodistas para libre y autogestivamente, hacer periodismo.