Editorial :: Solidaridad: rasgo asombroso en un oficio solitario

Publicado: 28.09.2017

 Foto: Pie de Página

Jade Ramírez y Teresa Juárez

@jadercv y @tuyteresa

Lo que hacemos los periodistas: reportear, investigar, entrevistar, escribir, fotografiar, editar, grabar, solicitar por transparencia datos, procesar y producir información, lo hacemos como un proceso individual. Con mayor frecuencia se está privilegiando el periodismo colaborativo en México, pero las cotidianas acciones de reportería, incluso al cubrir una fuente de información de cajón, lo hacemos solos. Es un estado natural del periodista, un toque de individualismo, un hacer en solitario.

La violencia sociopolítica a la que nos enfrentamos, ocasionalmente, muestra un músculo que arropa; una indignación colectiva que hace, por momentos, no sentirnos tan solos.

El reto en este verano que está por culminar, luego de los sismos del 7 de septiembre en Chiapas y el 19 del mismo mes en Morelos, donde resultaron alteradas las cotidianeidades en siete estados pero particularmente en el Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, en la costa de Chiapas, en Ciudad de México y Jojutla, Morelos –donde se reportan graves secuelas físicas y emocionales-, es que como periodistas volteemos a atender y solidarizarnos con la vulnerabilidad de colegas, derivada de una catástrofe natural. Ahora el reto, es de otra índole, pero que se suma al de por sí siniestro año de asesinatos y agresiones que no cesan.

Reporteras de Juchitán y Unión de Hidalgo en Oaxaca, llevan literalmente, tres semanas viviendo debajo de la banqueta de su calle porque su casa, afectada por el sismo, se derrumbó. Pero no han dejado de contarnos lo que viven los pueblos de aquella región del país, de por sí en situación precaria. Se desbordan las emociones, por momentos desde el sarcasmo y la burla de su situación, les leemos y sabemos de ellas y otros compañeros reporteros, pero sin dejar de teclear, entrevistar, reportar como publicar, lo que no atrapa la atención de los raitings de las televisoras. Todo un mérito.

Se han emprendido algunas colectas para depositarles algunos pesos, se gestionan ayudas humanitarias en organizaciones civiles con poco éxito; la estadística de cuántos periodistas perdieron buena parte de su disminuido patrimonio en los sismos de este año, aún no es exacta.

Entre la comunidad de fotoperiodistas cayó como cubeta de agua fría la noticia de que Wesley Bocxe fue rescatado entre los escombros del edificio donde vivía y se derrumbó el 19 de septiembre, en la Ciudad de México. Ahora se encuentra hospitalizado y saliendo, el reportero de guerra que fotografió el terremoto de 1985, de terapia intensiva. Él inventó una gama de bolsos para cargar herramientas de fotografía, y durante quince años subsistió maquilándolas y vendiéndolas entre los reporteros gráficos. Las resguardaba en un cuarto de azotea donde vivía. La totalidad de la línea de chalecos y bolsos para fotoperiodistas, quedó inservible entre escombros; algunas más fueron usadas por rescatistas para sacarlo a él y otras personas –entre ellas su esposa Elizabeth Esguerras, que falleció- y ponerlos a salvo.

¿Cómo se levanta un periodista mexicano en desgracia salarial, con déficit de salud emocional, estragos y amagos por la violencia de una catástrofe que le arranca un familiar, la casa, el negocio, insumos y la tranquilidad para seguir ejerciendo?

Pocos tenemos idea de cómo salir de ahí, pocas ocasiones estamos preparados para enfrentar amenazas y situaciones de riesgo derivadas de nuestro trabajo, pero menos, cuando un evento de esta naturaleza nos alcanza. Lo que sí es vital, son los actos de solidaridad y empatía. Los afrontamientos colectivos para no dejar solos resolviendo problemáticas tan agudas, a los compañeros de oficio.

Desde las primeras horas después del sismo del 19 de septiembre, cientos de personas –en su mayoría jóvenes- comenzaron labores de apoyo en la Ciudad de México: ubicación de edificios dañados, difusión de información vía redes sociales y convocatoria para los primeros rescates.

Conforme pasaron las horas y los días, la ciudadanía tomó parte en las decisiones estratégicas y de sobrevivencia: acopio masivo, organización de albergues y la conformación de voluntarios para rescatar a personas atrapadas.

Más allá de la analogía entre lo que pasó en 1985 y la ciudadanía organizada de 2017, la sociedad se ha transformado, el periodismo: también.

La cobertura se ha extendido a la documentación en tiempo real, se ha trabajado por verificar la información, se conformaron plataformas digitales colaborativas en las que se ubicaron los puntos más riesgosos en la Ciudad de México y los medios digitales han realizado una amplia cobertura como es verificado19s y la cobertura que Pie de Página ha dado.

Expertos en desastres dicen que aún seguimos en la crisis y la emergencia, se trata de una carrera de largo aliento. Reconstruir será un trabajo arduo, largo y –esperemos- articulado. A los medios nos toca la documentación desde todos los ángulos posibles: gobierno, empresas, recuperar las biografías de muertos y posibles personas desaparecidas…

Hay quienes dicen que esto fue un terremoto interno también, algo se movió, algo brotó de la sociedad, como dice Juan Villoro en un fragmento del poema El Puño en alto:

Tienes miedo.
Tienes el valor de tener miedo.
No sabes qué hacer,
pero haces algo.

Sentir miedo lejos de hacernos vulnerables, nos pone en estado de alerta para mantener viva la necesidad de hacer periodismo.
Si ese miedo y estrés posterior al trauma no lo vivimos solos y lo asumimos junto a compañeros de oficio, también sensibles a la desgracia de otros, podremos inventar formas para salir de la emergencia.