Artículo invitado: La tarea de contar la nueva emergencia en México, los sismos

Ilustración: Istmo Press

Remonto los días a mi adolescencia, a uno de mis maestros, Francisco Toledo -y no es el pintor oaxaqueño, pero sí soñador de las letras- mi maestro de Historia, un hombre que nos hablaba cada que podía, de que en el Istmo alguna vez iba a suceder un terremoto; debo confesarles que algunos lo tomábamos de locos, y otros más como de incredulidad, pero esa parte de mi vida la recuerdo porque nuevamente vino a florecer diez minutos antes de que concluyera el jueves de 7 septiembre de 2017, la noche que nos permitió volver a vivir.

México se ha caracterizado por tener emergencias desde los feminicidios, desapariciones, violencia o el asesinato de periodistas, pero hace seis meses se sumó una nueva: los sismos. Lo llamo emergencia porque no solo se trata de sociedades que han perdido un hogar sino de sociedades que también tienen destruida el alma porque ahora viven con miedo, pánico, estrés, depresión y ansiedad.

La noche del 7 de septiembre mi mente entró en shock emocional, por un lado me convertí en una de las miles de damnificadas por el terremoto pero también me ocupaba mi trabajo como periodista, ¿Qué hacer o como enfrentar tu labor cuando eres periodista y damnificada?, esa pregunta me la repetí mil veces y sigo haciéndomela.

Entonces me puse a pensar cómo compartir historias con el resto de la sociedad mexicana, cómo plasmar mi historia en los rostros de los damnificados y cómo ser una periodista en medio de esta emergencia física y emocional.

Lo primero que hay que hacer para poder plasmar las historias del terremoto es privilegiar una armonía familiar en medio de todo lo que se vive, si hay hijos y esposo, es importante recuperar la estabilidad en el hogar porque es imposible tener conflictos con ellos y, al mismo tiempo, ser capaz de redactar una nota periodística.

Es cierto que en las redacciones y en los diarios con el simple hecho de decir “me encuentro bien” se supera el miedo, la frustración, la impotencia y el coraje de lo que se vive, pero vivir una emergencia de sismo no solo son las estadísticas de viviendas dañadas y tampoco de los funcionarios que recorren la zona; la emergencia del sismo para mí que he cubierto casi seis meses, es conocer el corazón y el alma que guarda a los damnificados.

Uso esta frase popular en México “Sin querer queriendo”, para contarles que nadie está preparado para un terremoto y mucho menos como periodista cubrir este tipo de emergencias, pero por supuesto lo que ayudó o ha ayudado a seguir donde hoy estoy, es el conocimiento obtenido en cursos y talleres; mucho le debo a Periodistas de a pie quienes en varios momentos nos prepararon en temas de “seguridad para periodistas”, enseñanza que por supuesto fue útil en esta emergencia.

No voy a enumerar un recetario de los aspectos a reconocer para escribir historias en medio de un terremoto, pero sí enunciaré situaciones claras que todo periodista debe tomar en cuenta:

1.- Cuando hay un terremoto la solidaridad crece como una burbuja y disipa toda violencia, bueno, al menos así ocurrió en Juchitán que es una de las ciudades más violentas de Oaxaca y del país, pero que con este movimiento telúrico de gran magnitud dejó ver en sus primeros tres meses mucha armonía e integración. Tener esta solidaridad ayuda al periodista a involucrarse con los damnificados desde su modo de vida y su cosmovisión; de éstas visitas se obtienen grandes historias.

2.-No hay más que decir la verdad, recorrer las calles y avenidas y observar de cerca la tristeza, preocupación, angustia e impotencia que despiertan en el periodista una gran variedad de datos que los puede plasmar mediante un reportaje, una crónica o una entrevista.

3.-El periodista no debe quedarse con el comunicado de las autoridades, sino escarbar en las colonias y secciones, en los barrios y en las comunidades, son en estos sitios donde se obtiene la información real y precisa porque ahí no habla el señor o señora, el damnificado o la damnificada, sino los que hablan son los “corazones”.

4.- Es importante ser propositivos en las redacciones, muchas veces los jefes nos solicitan enviar historias sobre los damnificados, por lo que recomiendo como importante, el incluir a los niños y los adultos mayores (los y las abuelas) de la tragedia porque visibiliza a esa población vulnerable que difícilmente se incluye en los diarios de índole nacional.

5.- Cuando se cumplen este tipo de temas es imposible que las lagrimas no salgan, y eso no significa que una no sea un buena o mala periodista, escuchar a los damnificados perder un ser querido o su casa por el sismo, le recuerda a una que es un ser humano y que su papel es compartir esa historia.

Se podrían enumerar más, pero considero que lo primordial es que el periodista recuerde que es un ser humano y no una maquina que solo transcribe lo que escucha o lo que ve, mientras el periodista mantenga esta postura seguramente los textos logrados serán historias de vida de aquellas voces que necesitan ser leídas, de aquellas lagrimas que necesitan ser compartidas y de aquellas preocupaciones que el lector seguramente guardará en su corazón.

Estas historias apenas comienzan, la placa tectónica “de los cocos” ha resurgido y amenaza con seguir moviendo la tierra, los periodistas que somos de esta zona no nos queda más que vivir, porque cuando hay pasión por el periodismo, salir a la calle y escuchar historias se vuelve un nuevo motivo para conquistar las redacciones.