Publicado: 29.09.2015
México D.F. 29 de septiembre de 2015.- Este año tomé la decisión de salirme de la estructura orgánica de la Red de Periodistas de a Pie, la organización que soñé en 2006, y que al año siguiente fundé y por nueve años he ido tejiendo con varias colegas hoy amigas. No abandono el proyecto (lo amo y lo considero una hija), simplemente me muevo de lugar: desde hace unos meses dejé de tomar decisiones y me retiré del día a día de los proyectos. Me aparto feliz de lo logrado en común, sabiendo que la red es un colectivo que no depende de una persona y deseando no convertirme en una sombra; y lo hago en un momento en que encamina sus pasos a ser lo que siempre habíamos soñado: una red amplia, incluyente, con miembros de los estados, no chilanga.
Aunque no estaré en esa ansiada reestructura tampoco me voy del todo. Continúo y seguiré en la lucha contra el silencio, en el acompañamiento a los colegas amenazados, alzando la voz en los espacios donde pueda denunciar la anormalidad que vivimos en México, apoyando y aportando a los proyectos de los periodistas del interior del país que la red impulsa. Seguiré coordinando un tiempo el sitio Másde72 y con la misma obsesión por desenmarañar las masacres de migrantes. Y sigo inventando ideas, buscando cómo aterrizarlas, convocando siempre a más gente.
Desde enero hablé de mis inquietudes al interior de la red y durante meses lo estuvimos platicando. No hubo una pelea o desacuerdo insalvable. Sigo presente en los momentos en los que tenemos que estar unidos, seguimos viéndonos, convocándonos, mezcaleando, sabiendo siempre que somos del mismo equipo. Ya participo poco en actos públicos y doy cada vez menos entrevistas sobre el proyecto porque siento que ya no me toca a mí hacerlo, que es parte del aprendizaje y del empoderamiento de los nuevos liderazgos.
La idea de moverme de lugar me vino por primera vez durante el festejo del séptimo aniversario cuando vi que lo que habíamos construido era bueno y que ya era una organización sólida. Luego pensé, también, que entre tanto esfuerzo colectivo había ido aplazando proyectos personales como escribir otro libro.
La razón principal, creo ahora, es que estoy tan calcada a mi signo Aries que desde hace tiempo siento la necesidad y las ganas de explorar nuevas rutas, esbozar otros proyectos, aprender más cosas y retarme enfrentándome a situaciones novedosas. Llevo meses haciendo experimentos en una suerte de Taller de lo Posible, intentando ensayar posibilidades donde pareciera que no hay. Hace un año me estrené como maestra y con mis alumnos hago experimentos (ellos concretaron la idea que tuve del libro-blog ‘Periodistas con Ayotzinapa’ y me han seguido en otras ocurrencias). Incursioné en la desclasificación de información pública y las bases de datos (me alié con un datero y una joven periodista multimedia para hacer esas expediciones y hasta soñamos con crear una unidad que nunca bautizamos). No he publicado tanto como en otros años porque renuncié a mi trabajo fijo y me propuse hacer más investigación, entender los mecanismos del Mal, afinar la puntería. He hablado con mucha gente (periodistas y sobre todo no periodistas) sobre la necesidad de aliarnos, de hacer cosas menos solemnes, más creativas, muy experimentales, y ver qué pasa si sumamos distintas experiencias y talentos y si nos divertimos creando. He estado pidiendo ayuda, que me recomienden nuevas lecturas, que me presten películas, que me enseñen nuevas artes, que me ayuden a limpiar la mirada. Pienso mucho (todo el tiempo) en la narrativa necesaria, en cómo hacer para que las noticias peguen, impacten, cambien algo o cuando menos quiten el sueño a los políticos. Y en cómo podemos empujar el Derecho a la Verdad en este México secuestrado.
Lo de Rubén también me sacudió el piso, me rompió el corazón y me llenó de preguntas para las que aún no encuentro respuestas. Tengo también un casillero lleno de libretas cargadas de dolor, de testimonios de muchas víctimas de este México adolorido, que necesito procesar y acomodar.
Este ejercicio de aventarme al agua sin pensarlo mucho, este intento de reinventarme, me ha llevado a hacer mis pininos como columnista y a decir que sí a una invitación de dar clases en la Ibero (ya casi vamos a mitad de semestre y creo que en diciembre llegaremos a buen puerto).
En esta búsqueda he coincidido y vibrado con otros que también están en sus búsquedas y con quienes, cada tanto, me encuentro emocionada esbozando proyectos o armando complots imaginarios.
Como en todo cambio también he entrado en etapas de absoluto silencio y a veces me he quedado paralizada por el susto y la incertidumbre.
Y en esas ando.
No sé si mi laboratorio de lo posible me explote en la cara al primer experimento, me deje más pobre (el trabajo que hice en la red fue siempre fue voluntario y gratuito), me secuestre por mucho tiempo o genere alguna chispa tipo Eureka que sí prenda y resuene. Por un rato mi camino será ese ver qué pasa. Agarrarme a la vida. Intentar. Explorar. Redescubrir. Resignificar.
Siento como cuando estaba en tercer año de kínder y mi maestra le dijo a mi mamá que me dejara otro año (“su hija quiere jugar”). Es esa misma necesidad que sentí cuando ensayé ser maestra en la Tarahumara y migrante en Estados Unidos; cuando viví en la sierra sur veracruzana entrenando comunicadores indígenas; cuando viajé dos años por Centro y Sudamérica, y aprendí narrativa, masaje y danza-yoga y terminé nutriéndome el corazón.
Esta nota no es ni pretende ser una despedida de la Red de a Pie (ellas y ellos saben que los quiero mucho, que me costó, que me duele y que por mucho tiempo no podía ni verbalizarlo), y además sé que esta no es una salida y que seguiré presente de otra manera. Pero lo comparto para ahorrarme explicaciones, desencaminar chismes y dejar de dar rodeos cuando me piden entrevistas para cuestiones de la red. Ahora seré una periodista de a pie más, sin cargo, sin membrete, con la experiencia de haber fundado ese sueño colectivo y con las ganas intactas de sumar a otros hasta crear una red más amplia.
Con el tiempo y después del reacomodo interno (Daniela Pastrana seguirá dirigiendo los esfuerzos como ha hecho los últimos años) definiremos mi lugar, si se funda un consejo la idea hasta ahora es que me convierta en consejera, y siempre que pueda seguiré participando en proyectos.
Estas son mis novedades más recientes. Espero que las próximas sean más interesantes y divertidas. Gracias por la confianza a quienes confiaron en mí, por la compañía, por la complicidad, las buenas vibras, los momentos y sueños compartidos, las críticas, los desencuentros, las objeciones y las risas. Y ¡salud! por lo que sigue para mí y para la red.
Marcela Turati