Periodistas de a Pie :: Cartas a Rubén: Su muerte fue un petardo que nos estalló a todos en la cara

Por Marcela Turati para la inauguración de la exposición fotográfica “Cartas a Rubén”.

Publicado: 02.02.2016

Foto: Judith Flores / Somos el Medio

Por Marcela Turati para la inauguración de la exposición fotográfica “Cartas a Rubén”.

Hoy estamos aquí inaugurando la exposición que Rubén Espinosa soñaba hacer algún día en la ciudad de México.

Recuerdo cuando lo vi recién llegado a la ciudad de México donde estaba refugiado, que después de contarme lo duro que era volver a empezar en un momento, sonriente, con cara de quien piensa una travesura, me dijo que si se quedaba en esta ciudad le gustaría hacer una exposición en la que mostraría fotos de la pesadilla que significa vivir en Veracruz, de la represión del gobierno, la misma causa por la que lo persiguieran y lo obligaran a huir. Fantaseaba con exponer en el metro.

Ese día me dijo, como dijo a otros periodistas, que también en el DF lo estaban siguiendo. Que no lo dejaban en paz ni aunque había huido lejos de la narcomafia veracruzana. Al menos dos veces había sentido que le pisaban los talones.

Entonces dudaba en si debía mantenerse en DF o volver. Le preocupaban los amigos combativos que había dejado en su tierra, los que saben que informar se paga con la vida.

Dudaba también si dedicar su exilio a denunciar lo que pasa en Veracruz y el riesgo que corren los que se quedaron.

Temía perder sus tres trabajos, convertirse en un fotógrafo que nadie contratara por perder su «plus» que era trabajar en Veracruz, a la que él nombraba, “tierra elegida por la muerte».

Temía que las entrevistas que dio en DF para protegerse lo convirtieran en un fotógrafo estigmatizado y le cerraran oportunidades.

No quería ser un peso ni poner en riesgo a su familia, cargaba una sensación de ser tóxico, de poner en riesgo a los demás. Por eso a su familia le hablaba poco de sí mismo, de lo cotidiano.

Huellas sobre salones, ha sembrado semillas de resistencia. A Rubén le dolía que en Veracruz la prensa oficialista se burlaban de él, de su miedo a la muerte y aplaudían a Duarte y sus advertencias burlonas de que otros periodistas podrían estar en la lista de ejecutables.

Pensaba que las marcas Proceso y Cuartoscuro, los medios nacionales para los que colaboraba, podrían servirle de escudo. Estaba tramitando años de colaboraciones que no había cobrado.

Empezaba a ir a terapia para domar los miedos. Pero ya imaginaba posibilidades. Su muerte fue un petardo que nos estalló a todos en la cara, en el cuerpo, en el corazón. Su presencia era tan fuerte que quienes lo conocimos lo seguíamos viendo por las calles, nos imaginábamos que era él, como si nos estuviera diciendo que no lo dejáramos, que siguiéramos investigando su asesinato y el de la entrañable Nadia –a quien conocí después de muerta–, y el de Mile, Alejandra y Yesenia, como pidiendo que fuéramos contra las leyes de la probabilidad y contra los mecanismos de la impunidad hasta esclarecer lo que quieren ocultarnos.

La procuraduría capitalina, tan igual a la veracruzana, ensució su homicidio con filtraciones y mentiras criminalizantes. No indagaron a fondo las amenazas que lo obligaron a refugiarse en el Deefe.

Porque esa investigación, basada en confesiones, obtenida bajo coacción –porque no quieren decirle tortura–, y que no ha agotado líneas de investigación fundamentales ni ha dejado explicado el móvil del crimen, presenta sospechosos vicios que demuestran que no se quiere llegar a fondo. Es otra Mentira Histórica. Lleva el sello de agua de todos los crímenes de Estado.

Al matar a Rubén no mataron a cualquiera, torturaron y asesinaron al más valiente, al de los ideales trabajados, a un poeta de la lente, a un incorruptible, a uno de los mejores. Con su homicidio quedaron instalados varios mensajes de terror ejemplificante para el gremio: “No importa qué cubras, ni el medio para el que trabajes, ni si huyes al DF o si denuncias tus amenazas ante la prensa, organizaciones o gobierno, porque nada podrá salvarte”.

Varios colegas dieron acuse de recibo y abandonaron sus proyectos. O dejaron el país. O metieron a la congeladora por un tiempo su profesión porque la consideraron peligrosa. A los asesinos les salió bien esa estrategia ya conocida para esparcir el miedo.

Por Rubén un grupo de 600 periodistas, artistas y escritores mandamos a Peña una carta y con las firmas se envolvió la portada de un diario nacional exigiendo se investigue el multihomicidio, que se pusiera lupa al móvil veracruzano y se revisaran los mecanismos de (des)protección a periodistas. Más de un millón de personas de todo el mundo firmaron en su memoria, exigiendo justicia.

En Veracruz su muerte generó vida: sus amigos y cómplices de resistencia cumplieron ese sueño que hilvanaron con Rubén durante mucho tiempo de fundar “Voz Alterna”, un medio de comunicación que ya ganó un premio internacional por su compromiso, y en el que revelan el Veracruz silenciado que denunciaban Rubén en sus fotografías.

Esas noticias las elaboran periodistas valientes, aguerridos, siguiendo el consejo con el que Rubén intentaba subir la moral a todos: “Puño arriba y frente en alto, que lo que hacemos es digno”.

Voz Alterna existe pesar de que en Veracruz hay una cacería contra comunicadores. Rubén conocía los riesgos, quedó impactado por el asesinato de Regina Martínez*. Y lloró y lamentó y gritó de rabia por los que siguieron en la lista de periodistas asesinados o desaparecidos.

A pesar del ambiente de muerte y silenciamiento que se ensaña contra quienes se rebelan y optan por la vida, Rubén comenzó a salir a las calles donde se encontró con reporteros y fotógrafos que pedían justicia temblando del susto. Lo siguió haciendo a pesar de que eran acosados, fotografiados en las calles, recibían llamadas amenazantes, los acosaban en sus empleos, aparecían en listas de ‘ejecutables’.

Formaba parte de ese colectivo de héroes y heroínas de la libertad de expresión que integran la resistencia que impide que la mancha de silencio se extienda. Que son, quizás, la última trinchera en la batalla por el derecho a informar.

Lo hizo hasta que descubrió que la muerte lo tenía cercado y decidió refugiarse en esta ciudad, donde hace seis meses fue asesinado.

Decía que no quería convertirse en el doceavo periodista asesinado en el Veracruz de Duarte, y se convirtió en el número 14.

Y lo extrañamos. Y seguimos pidiendo justicia a través ahora de esta exposición de fotos contra el olvido, de esta denuncia silenciosa a través de imágenes, y con nuestra presencia todos aquí en esta fría noche convocados en su nombre.

Nos dejó su mirada libre, valiente, nunca domada. Sus fotos, muchas fotos, que nos permiten conocer su mundo y con lo que vibraba. Las que están aquí, en esta exposición organizada por FotoreporterosMx y colegas y amigos, son 29 fotos sobre la situación de muerte en Veracruz y sobre la resistencia, que hablan de su rabia y de lo que le indignaba.

Si nos asomamos a Instagram o a Facebook o revisamos los medios donde Rubén publicaba podemos ver muchas otras de imágenes que parecieran postales anti-olvido. Poesía de la resistencia y de lo cotidiano. Huellas donde andamos por su amor por la vida y por lo sencillo. Juegos de luces y de sombras. Y muchos guiños como invitándonos a seguirlo por su mundo, por esas calles y paisajes que recorría, por las situaciones y personas que llamaban su atención porque las amaba o las repudiaba. Encontramos que era un cazador que buscaba, paciente, el mejor amanecer, la mejor composición. También una colección de instantes que contienen historias dentro de sí. Y en esa caminata cada tanto Rubén dejaba de ser una sombra y se convertía en personaje. Porque le gustaba jugar con su propio retrato.

Los homenajes por sus fotos vinieron después, ya muerto, cuando no pudo verlo. Pero su muerte no fue en vano. Ha cimbrado a los medios de comunicación y desenmascarado a los cínicos, ha sembrado semillas de resistencia, ha evidenciado que la justicia funciona a capricho de los poderosos, ha prendido la chispa, muchas chispas, para esta lucha por la dignidad que continúa

Desde aquí hasta donde esté esta noche en que inauguramos esta exposición que deberá de caminar sus propios caminos, con Rubén y con su familia decimos: ¡Salud!

*Hoy intentan honrar a Regina develando placas con su nombre aunque, coincido con sus amigos, en que el mejor homenaje que pueden hacerle justicia.

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