Por: Jade Ra Cuevas V.Publicado: 14.04.2016
Imagen: Clases de Periodismo
Sin globitos no hay fiesta, es la metáfora que se afianzó en adultos y jóvenes alrededor de las prácticas de riesgo cuando de relaciones sexuales se habla.
Casi todas las instituciones de salud pública que se impusieron hablar del tema por la pandemia que colocaba a México en el número dos de Latinoamérica para 2003 y ahora 24 a nivel internacional, entiéndase los CENSIDA y consejos estatales de VIH, integraron en sus campañas mediáticas, incluso la CONAPO el “sin globitos no hay fiesta”.
Ya avanzados en el siglo XXI, es más probable que los mexicanos estén conscientes de tener sexo seguro a través del uso de preservativos, ya sea usando condón femenino o masculino, con goce sin penetración o masturbación por decir las más populares, que periodistas ejerciendo su oficio con mecanismos autogestivos de seguridad.
Es responsabilidad del Estado mexicano garantizar derechos y proveer de manera gratuita en centros de salud la cantidad que se necesite de preservativos. Sí es una política vieja e incluso hasta existen alternativas por la libre de condones con costo, claro, de sabores, colores, olores y tamaños. También, es responsabilidad del Estado mexicano garantizar el ejercicio de derechos como la libertad de expresión, información y publicación, sí, pero los mecanismos que han ideado las instituciones a nivel federal, estatal y ocasionalmente municipal para garantizar estos derechos son del siglo XIX y no terminan garantizando nada, vulneran y ofrecen paliativos retroactivos cuando la vida e integridad física ya se puso en alto riesgo.
Por ello, se ha vuelto vital para el sector de reporteros y trabajadores de los medios de comunicación auto-gestionarse su seguridad, llevar el control de sus extensiones básicas para ser periodista y hacer periodismo seguro en términos técnicos, por lo menos. En el ámbito de lo ético como práctica segura para evitar riesgo, digamos que ya estamos hablando de un nivel de fuerza universal que aún, nos quedan muchos aprendizajes por asimilar y cosas para alcanzarla.
El primer taller de seguridad digital que tomé fue 2010, por supuesto ya algo tarde, pero fue por encontrarme en riesgo derivado de mi actividad como periodista; anoté todo y me apliqué. Conforme salían novedades y las y los orientadores me decían cosas nuevas incrementé mis capacidades ante las vulnerabilidades. Después en 2012 vino otro taller, 2013 volví a entrar a otro aunque ya manejaba la mayoría de los conocimientos básicos; por disciplina me eché uno más en 2014 y ¿por qué no? una consultoría privada en 2015 porque los intentos por vulnerar la “fortaleza” de mis equipos de trabajo y herramientas encontraron al querer obtener información sensible que poseía, escuderos y dragones de fuego que los hicieron enfurecer al grado de intentar allanar mi domicilio para obtener –y no lo lograron- lo que buscaban.
Desde 2013 replico con colectivos, colegas y personas en situación de riesgo, las prácticas seguras que me garantizan seguridad al ejercer el periodismo…y a veces hablamos de sexo también.
Alguna vez con diversas personas con quienes conviví en la intimidad al preguntar ¿cuándo fue la última prueba de VIH que te hiciste? Sus respuestas, en la mayoría de las veces, eran tal fecha, hace 1 año, seis meses, y muy pocas veces salió el machín –pero de que salió, salió- que dijo con cara de pavor y mueca “nunca”. Ahora al preguntar a mis colegas periodistas por su paquete, método o mecanismo de seguridad digital, ya no digo sus protocolos de protección, su cara es de… ¡exacto! el mismo pavor de aquel moreno sabroso y chistosito que me respondió en la cama :/ nunca.
¿Es falta de información? ¿Es pereza? ¿Es sentido de supremacía? ¿Es resignación arcaica de ‘es parte de los gajes del oficio’? ¿Es evasión? ¿Es qué?
Un poco de todo, penosamente. Sabemos a cabalidad que vivimos en México bajo un régimen opresor, espía y superdotado para asecharnos, pero nos cuesta mucho aceptar que somos en algún grado, víctimas de ello y, al mismo tiempo, facilitadores.
¿Por qué es nuestro derecho ser anónimos dentro de la visibilidad que nuestro trabajo periodístico nos da?
Porque cada 22 horas agreden a un periodista en México y está plena e internacionalmente documentado, si es que nos avergüenza tener una definición política más autónoma-emancipada para solamente responder: porque sí.
¿Cómo podemos ser reporteros in situ, todo terreno, en anonimato?
Haciendo una selección precisa de todos los tipos de condones que existen para nuestros equipos de trabajo, computadoras, teléfonos, asignación de agenda, relaciones personales, relaciones laborales, encuentros, transmisión de datos y convivencias. Y créanme, aun con todo eso, lucirán en redes sociales con primicias desde el lugar de los hechos transmitiendo todo el hedor a muerte de la reporteada y las publicaciones las leerán o conocerán más personas.
¿No es caer en psicosis y paranoia?
No, vaginas y penes libres de enfermedades de transmisión sexual gracias al uso de mecanismos de seguridad para ejercer el derecho a la salud y el placer, lo comprueban. Contrario a los casos de periodistas asesinados, desaparecidos, agredidos, hostigados en México cuyas formas en que operó la vulneración de sus derechos hasta concretar el ataque, nos revelan que sí hay un estudio previo de sus movimientos, mínimo, por no decir de espionaje de su vida, sus redes, sus relaciones, sus llamadas, sus emails, IPs y whats app.
Hace algunos días un organismo internacional de todo el reconocimiento por su labor no lucrativa y caritativa (Unesco México), me pidió una lista de reporteros para contactarlos con motivo de una publicación en ciernes sobre seguridad digital.
Por supuesto el procedimiento fue pedir más detalles del proyecto para poder recomendar a los colegas. No lo entendieron y quizá hasta se indignaron. Obtendrán la lista de periodistas en diversas regiones del país para su publicación, finalmente siempre alguien suelta la info y pone inocentes dedos, pero se vuelve relevante que, pese a los informes de las organizaciones de la sociedad civil, la crisis latente de violencia contra los periodistas y trabajadores de los medios, cueste trabajo respetar códigos de procedimientos mínimos para acceder a información sensible o datos personales afines al perfil. Signo de que necesitamos reforzar los nuestros y entender que la disciplina en materia de riesgos, sobre nuestra vida y la de los que nos importan, es básica.
Las casualidades no existen dicen las madres sabias, son causalidades.
Por una vez en la vida hagámosles caso y, aunque nos mareen los talleres poco lúdicos de seguridad digital, acudamos con la seriedad de apropiarnos de la información y hacer autonomía o uso de los métodos que nos comparten, ya sean software libre, patente, creado por el imperio o por la inteligencia de la guerra fría. Consultemos en directo a alguien si nos avergüenza no saber nada, después del colapso al enterarse cómo transmitimos datos y trabajamos, su espíritu solidario nos ofrecerá un paquete de dos o tres pasos básicos para flanquearnos.
Acá una relación básica de conocedores, plataformas y desarrolladores que por una módica cantidad o hasta una buena cerveza, pueden acompañarnos a prevenir cómo ponérsela, más difícil a quienes a toda costa su política es aminorar nuestro impacto en la sociedad por considerarnos desechables, transmisores de información crítica fácilmente desnudables por las malas prácticas al trabajar.
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JUAN CARLOS SOLIS consultor independiente @juancarlosolis
Jade Ra Cuevas V.
Es periodista, radialista y defensora de derechos humanos. Integrante de la nueva área Libertad de Expresión de la Red de Periodistas de a Pie, AC. Ex integrante del Consejo Consultivo del Mecanismo federal de Protección a personas Defensoras de Derechos Humanos y periodistas (2012-2015), así que cuando se refiere a que la política de seguridad para activistas y reporteros está descompuesta, lo dice con amplio conocimiento de causa.