Verónica García de León
@vgarciadeleon
La muerte de Javier Valdez no fue en vano. Desde ese fatídico día la indignación que invadió a cientos de periodistas ha llevado a la introspección y a la reflexión.
En redes sociales se comparten discusiones, visos de solución, artículos que llevan al análisis sobre lo que ha pasado en este país, el más peligroso en el hemisferio occidental para ejercer el periodismo, según Reporteros Sin Frontera.
Incluso corresponsales extranjeros han expresado su solidaridad. La tristeza, la indignación y la impotencia se sienten profundas. ¿Pero es suficiente?
En 2010, el gremio se organizó por primera vez para reclamar el regreso con vida de reporteros y fotógrafos secuestrados en Durango, bajo el lema “¡Los queremos vivos!”. Desde entonces se marcha a las oficinas de Gobernación para exigir justicia, hoy por Valdez, antes reclamando el regreso con vida de Goyo, Gregorio Jiménez de Coatzacoalcos, Veracruz.
Y cada vez que muere un periodista, las voces se levantan en algún sitio para reclamar justicia y gritar “ni un muerto más”. En medio quizá se logre la creación de una nueva comisión o la lista de compromisos del presidente frente a su gabinete y gobernadores, que nos hace pensar que las cosas serán diferentes… hasta que viene el siguiente muerto.
¿Pero, qué falta o qué ha faltado en estos años que no terminamos de contar los periodistas muertos en esta guerra no declarada?
Quizá la indignación no ha sido suficiente, o el grito de ‘hasta aquí’ no sea demasiado fuerte. Falta quizá que este país se pare realmente por la muerte de un comunicador, y que exista una verdadera voluntad política, sin simulación, para investigar y castigar estos crímenes.
Pero hay tres constantes, tres ausencias en las voces que gritan que hace que no resuenen: la sociedad, más periodistas y los dueños de los medios, que de tenerlas quizá sí pudiera hacer la diferencia.
No es el hilo negro. El mismo Javier Valdez deja en su libro Narcoperiodismo la propuesta de mirar hacia adentro del gremio, aunque duele.
La sociedad
Ese martes 16 de mayo, frente a Gobernación, Carmen Aristegui hizo un llamado a una ciudadanía pasmada: “La muerte de un periodista debe ser entendida por una sociedad que parece que no está aquí, pero que debe estar, una sociedad que debe entender y salir del pasmo”, dijo.
Irónicamente la ausente es aquella sociedad que da sentido al trabajo que hacemos, por quien colegas como Javier dan la vida, para hacer efectivo su derecho a saber y estar informada.
Al final de cuentas, la muerte de un periodista aniquila de a poco ese derecho. La libertad de expresión es un derecho fundamental, reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y los periodistas somos una vía para ejecutarla. La ciudadanía tiene a través de los medios la posibilidad de saber.
Pero si no es parte del reclamo es que no siente que sea suyo, ya sea porque no aquilata ese derecho o bien porque no se siente representada en él.
Puede ser presuntuoso asumir que merecemos su solidaridad. ¿Por qué tendría que pensar en nuestros muertos también, cuando no hemos podido eliminar la mala fama que se ha hecho el oficio de recibir prebendas, de coludirse con el poder y tener intereses torcidos?
Los ejemplos del periodismo independiente existen cada vez más, eso es cierto, pero los medios con intereses no dejan de estar. La libertad existe, pero es parcial, lo sabemos. La presión gubernamental a medios y periodistas existe. El ejemplo más sonado recientemente es el reportaje de la ‘Casa Blanca’ que tuvo como consecuencia la salida de Aristegui de MVS.
En algunos casos, el medio ha cedido a esa presión. Y el resultado es que esa libertad parcial produce falta de credibilidad en una sociedad que no termina de arropar a sus periodistas.
De las empresas
Según una encuesta elaborada por la organización Konrad Adenouer, 83% de los periodistas ha recibido alguna vez presiones dentro de su medio que alteraron la manera de informar. Y otra encuesta, publicada en 2016, elaborada por el periodista Marco Lara, Mireya Márquez, investigadora de la Ibero, y la maestra Sallie Hughes, da cuenta de que 57% de los periodistas se adhieren a las políticas de censura al medio de comunicación al que pertenecen.
Lo anterior nos hace concluir por qué el silencio de los directivos y dueños de los medios ante el asesinato de sus propios comunicadores. Muchos, aliados al poder público que es en ocasiones el perpetrador de las agresiones contra los periodistas en un 60% de las veces, según la organización Artículo 19.
“En el aspecto de la seguridad, cuando los dueños de los medios hablan de ella porque hay mucha violencia, se refieren a su seguridad y la de sus bienes, no la del reportero y fotógrafo que andan en la calle”, decía Javier Valdez en una entrevista con Ariel Ruíz, publicada en el Búho en diciembre de 2016.
Y son esos mismos medios los que proponen jornadas extenuantes y ritmos de trabajo que hacen que los reporteros se conviertan en maquiladores de información para que dejen de pensar e investigar, a cambio de bajos salarios.
El 24 de mayo, a una semana del asesinato de Javier Valdez, y dos meses del asesinato de Miroslava Breach, docenas de empresas periodísticas firmaron un escueto pronunciamiento que circuló en redes sociales y algunas versiones impresas.
Sin embargo, su tono y reclamo cegó la responsabilidad que las empresas periodísticas tienen sobre la precaria situación de los reporteros; solo reconocen que la delincuencia organizada es la culpable de los ataques, y libraron, diplomáticamente, a las autoridades gubernamentales que han sido plenamente señalas como violadoras de los derechos de los periodistas.
Más periodistas
“A los periodistas les valen madre los periodistas, no hay una sociedad que acompañe al periodismo digno, valiente, que se realiza en el país”, dice Javier Valdez, en una entrevista con el semanario Zeta.
Se habla de la falta de unión del gremio. No estamos todos los que somos. Y al hacer un recuento de los último años, hay más muestras de organización, la Red es prueba de ellos, pero quizá no llegan a ser suficientes para integrarlos a todos.
Asumimos que todos los periodistas estamos indignados por lo que sucede, pero pocas veces nos apartamos de la escena para auto observarnos. ¿Qué hacer para participar, para estar?
Visualizar soluciones que puedan pasar por ver estas ausencias y convertirlas en presencias, pensar cómo las cosas pueden hacerse diferentes podría traer quizá resultados distintos. Sin embargo, la indignación es el combustible y el motor, pero el trabajo tendría que ir más allá.
La Red de Periodistas de a Pie cumplió el 22 de mayo, 10 años de existir y promover la creaciones de colectivos de periodistas en los estados. Durante siete años hemos tejido redes y nudos que fomenten el buen periodismo y la reflexión alrededor del oficio que elegimos.
Quizá hagan falta más organizaciones y espacios que congreguen a los periodistas, mientras, participamos en junio acercando a reporteros de los estados, voces de vivencias dolorosas como creativas alrededor del periodismo y que son fortaleza de la Red de Periodistas de a Pie.
Desde Chiapas, Oaxaca, Jalisco, Veracruz, Morelos, Puebla, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero y Sinaloa, arribarán periodistas de primer nivel con amplia experiencia en los temas de seguridad, protección, condiciones laborales y regulación de publicidad oficial.
La intención es lograr plantear una agenda que resuelva cómo queremos mantener interlocución y exigencia, con los responsables de garantizar el libre goce de la libertad de expresión y el derecho a la información que se ha coartado con los 106 asesinatos registrados en México.