Publicado: 07.06.2017
Foto: Derecho a Informar
Alberto Nájar
Desde el asesinato de Javier Valdéz y la tormenta de reacciones que desató, no han sido pocos los que reprochan a los periodistas por su reclamo de seguridad y justicia.
Su argumento central es que los comunicadores no deben ser ciudadanos de excepción. En un país donde los muertos se cuentan por cientos cada día, la protección debería ser para todos y no sólo para un gremio “privilegiado”, dicen.
Es verdad que nadie debería salir a las calles, publicar desplegados o firmar cartas internacionales para que sea protegido. Es cierto que los periodistas somos, ante todo, ciudadanos.
Pero en la vorágine de los últimos días recuerdo lo que publicó un colega sobre estos señalamientos.
A un arquitecto no se le mata por diseñar un edificio o trazar un fraccionamiento. Los médicos no son atacados por recetar antibióticos, ni a un recolector de basura se le persigue, amenaza y hostiga por llevarse los desechos de una calle.
Pero un periodista sí es asesinado por hacer su trabajo.
Quienes critican el reclamo de seguridad que hacemos los comunicadores en México parecen olvidar o ignoran a propósito, que el derecho a la información, a expresarse libremente sin riesgo de amenazas o represalias es fundamental para la convivencia pacífica.
Los empresarios necesitan información para decidir el rumbo de sus inversiones. Los académicos requieren datos en el terreno para enfocar sus investigaciones. Un artista, actor o cantante que desconoce de su audiencia está destinado al fracaso.
Hasta los políticos requieren conocer a sus electores para enfocar sus discursos y propaganda.
El derecho a la información es elemental para todos. Hace mucho tiempo, y no fue en México precisamente, las sociedades decidieron que uno de los vehículos más efectivos para garantizarlo a todos es el periodismo y quienes lo ejercen.
Pero ahora, en estos días aciagos, cuando recordamos que la violencia se ceba en los periodistas, algunos comunicadores encumbrados gritan que no tenemos derecho a reclamar seguridad y justicia.
Al final, el comportamiento de esos personajes facilita el trabajo a los perpetradores, a la narcopolítica responsable de la muerte de varios compañeros.
Hacen el trabajo sucio de las autoridades que se niegan a cumplir su responsabilidad de cuidar la vida de todos. Basta verificar la trayectoria de varios de esos detractores para comprobarlo.
En la historia del mundo la complicidad de voceros privilegiados ha sido fundamental para sostener gobiernos autoritarios y sistemas económicos de depredación y desigualdad.
Para un Estado en crisis es importante el silencio, mantener la oscuridad en los rincones donde nace la corrupción y se engendra la violencia.
Y para quienes amenazan, hostigan, matan periodistas en México, los críticos de quienes protestamos son una de sus mejores inversiones.