Publicado: 14.09.2017
Cartón de Rapé
Jade Ramírez Cuevas Villanueva
Dos días después del asesinato de Cándido Ríos Vázquez en el sur de Veracruz –el séptimo en 2017, pues Salvador Adame sigue en calidad de desaparecido en tanto no se realice un peritaje independiente sobre supuestos restos calcinados-, por alguna extraña razón, me llegó vía correo electrónico un reenvío de la coordinadora ejecutiva nacional del Mecanismo de Protección a personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
Desde luego se trataba de un error que valió la pena leer. Era el monitoreo de medios impresos y digitales que plasmaba según una interpretación elemental, cómo estaban conteniendo la crisis en la Secretaría de Gobernación, tras la noticia de otro periodista mexicano asesinado en Veracruz, y que además, estaba bajo un esquema de protección del mecanismo federal.
Fue revelador ver cómo un insumo para las políticas públicas en materia de protección y seguridad de los periodistas, son los encabezados de los diarios de circulación nacional y los portales informativos con mayor clicks; para el analista de medios de la Secretaría de Gobernación, 24 notas estaban en la columna de enfoque neutro pues citaban las palabras del Subsecretario de Derechos Humanos, Roberto Campa, con la teoría del daño colateral al reportero de Hueyapan, pues el “Ataque a periodista no fue directo” citaban en titulares.
23 encabezados aparecían en la columna de corte negativo porque citaban el clamor de justicia de las marchas, se resaltaba que era protegido del gobierno federal o se cuestionaba la funcionalidad del mecanismo; al final de la lista de monitoreo se copiaron algunas referencias en twitter: 5 colocaban el discurso de que los Zetas estaban detrás del asesinato del reportero, y tres se referían al PRI como responsable de los hechos.
¿Por qué traigo a cuento cómo leen hacia dentro de la Secretaría de Gobernación los encabezados? porque los periodistas seguimos con varios lastres a cuestas: la violencia sociopolítica que nos alcanzó o nos mandaron hacer, y el discurso oficial que evade sin reconocer realmente la peor crisis de violaciones a los derechos humanos sin garantías para ejercer el periodismo. Peor aún, si tales interpretaciones las plasman en informes oficiales, en realidad sí siguen matando periodistas… pero es fácil explicar por qué: son de una zona “caliente”, tenían relaciones ilícitas, consumían drogas, trabajaban para el narco y no estuvieron en el día y hora adecuada. Nunca por sus notas, investigaciones, información que resguardaban y los intereses afectados por cada publicación.
La comunidad internacional sigue exaltada, preocupada, pero también poco contextualizada, pues el discurso que gana es el que retoman los medios masivos de comunicación, el de los titulares y los clicks, como el suponer que los periodistas mexicanos apenas si se están articulando en 2017 -después de diez años de vivir bajo asecho-, en iniciativas incipientes como Agenda de Periodistas, la sensación de la que poco se sigue hablando después de la efervescencia en la Ciudad de México.
En el Foro Urgente que organizó el Centro Knight esta semana, y donde participó la Red de Periodistas de a Pie, lo que volvió a emerger es la precariedad en la que se redactan la mayor cantidad de noticias todos los días, bajo qué circunstancias se generan crónicas o se producen reportes en vivo. La precariedad es multifactorial, por lo que se vuelve más complejo comprender las vulnerabilidades que atraviesa un periodista, y también, que aunque se trate de una violación a los derechos humanos cualquier agresión contra una reportera, un presentador de noticias, un comunicador o una documentalista, el impacto, el objetivo y el mensaje, el intento de lección, es diferente.
Una forma de combatir la precariedad es pagando por el buen periodismo, porque cuesta a veces un poco más que el periodismo cotidiano. Por lo que si algo quieren hacer todas las miradas de afuera volcadas en México llenas de solidaridad para defender y proteger la libertad de expresión y el derecho a la información, es financiar proyectos novedosos de periodismo, esfuerzos locales, iniciativas de medios a contracorriente por no estar en la nómina municipal o estatal, apuestas por el periodismo colaborativo transmedia.
Y las versiones convencionales de información, esas de titulares que siempre aparecen en el esquema de monitoreo de gobiernos y autoridades, reconocer lo que se está haciendo fuera de las lógicas de la industria, e iniciar alianzas con los medios nativos que están llegando a más comunidades, ganando premios, despertando interés en cúpulas y círculos donde el periodismo está tomando otro protagonismo.
A la Red de Periodistas de a Pie, en su décimo aniversario, se suma una chispa más de celebración: Buscadores, serie de cortos documentales sobre las familias que buscan a desaparecidos en todo el país, está en primerísimos lugares del Premio García Márquez, en la categoría de imagen, que organiza la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
En tal proyecto periodístico por lo menos una docena de reporteros participaron con el mínimo presupuesto inimaginable. Las articulaciones de periodistas son todo un reto, y a la red de redes, le está dando buenos resultados.