Editorial – 2018: La oportunidad para el periodismo crítico

La desaparición forzada de Marco Antonio Sánchez López, ocurrida el 23 de enero en la ciudad de México, marcó la pauta de lo que será un año intenso y complejo para el periodismo mexicano.

 Foto: Fernando Santillán

La desaparición forzada de Marco Antonio Sánchez López, ocurrida el 23 de enero en la ciudad de México, marcó la pauta de lo que será un año intenso y complejo para el periodismo mexicano.

El adolescente, estudiante de preparatoria de 17 años, fue detenido y golpeado por policías un martes en la tarde, en una zona transitada por miles de personas en la capital del país, sede de los poderes federales. Después de que lo subieron a la patrulla, nadie volvió a saber de él en las siguientes 120 horas, cuando “apareció” vagando a 32 kilómetros de donde fue detenido, visiblemente dañado, física y emocionalmente.

Un amigo que iba con él cuando lo detuvieron tomó una foto, en la que se ve tirado y sometido por los policías antes de ser subido a la patrulla. Ese testimonio fue clave para que la familia acudiera, primero a las autoridades, y luego a los medios de comunicación.

Los primeros en reaccionar fueron los medios digitales cuyo espacio de salida natural son las redes sociales. Las notas comenzaron a circular el viernes en la noche y rápidamente se viralizaron. Para el domingo, después de ser tendencia en Twitter durante más de 30 horas, los medios impresos nacionales y algunos medios internacionales reaccionaron y comenzaron a retomar las notas en sus versiones webs. Sin embargo, en la mayoría de los “grandes diarios nacionales”, Marco Antonio Sánchez fue noticia de portada hasta el lunes 29, después de que el gobierno de la Ciudad de México anunció que lo había localizado (hubo algunos que no dieron la noticia de su desaparición, pero el lunes llevaron a la portada su localización entrecomillando “desaparecido”).

El gobierno de la capital mantuvo un injustificable silencio durante cinco días, hasta el domingo por la noche, cuando Miguel Ángel Mancera mostró un video del joven en una agencia en Estado de México, desorientado y sucio. Y aún sin poder explicar lo que había pasado, las autoridades de la ciudad deslindaron a sus policías de la desaparición forzada.

La cobertura el lunes de medios electrónicos y algunos impresos como la Razón puede escribir una nueva hoja del libro oscuro de la prensa mexicana, reproduciendo acríticamente la versión oficial criminalizando al joven, presentando la historia de unos policías indefensos frente a quien sabe qué intereses que buscan denigrar a un corporación ejemplar.

Como ha pasado en muchas ocasiones, México fue esta semana un país en los viejos medios impresos y electrónicos, y otro muy distinto en las redes sociales, donde los medios digitales poco a poco fueron equilibrando la información, con una cobertura mucho más amplia y precisa sobre las inconsistencias de la versión oficial.

La pelota del 2018 parece estar, pues, en la cancha de los medios digitales que, quizá porque no están sujetos a la tiranía de la publicidad oficial, han podido impulsar una agenda propia, a contracorriente del oficialismo imperante en la prensa mexicana: Los sobornos de Odebretch, las empresas fantasma, masacres, desaparecidos y crímenes de lesa humanidad, no habrían sido temas de los grandes medios nacionales si no se hubieran visto forzados por las investigaciones y coberturas hechas con equipos de periodistas independientes y, a veces, con pocos recursos.

En ese encuadre, arrancamos un camino que implica enorme retos para el periodismo crítico, con la contienda electoral más compleja de la historia, no sólo por la cantidad de cargos a elección popular, sino por la mezcla de factores que la rodean: la violencia, que sólo en Guerrero ya da cuenta de una docena de precandidatos y líderes asesinados; las fracturas y alianzas nuevas en el poder, como en Chiapas; la crisis en los órganos fiscalizadores; las tentaciones autoritarias; el antecedente de la elección de estado en el Edomex; la compleja situación económica del país, con la deuda pública más alta de la historia; la posibilidad real de que se acabe el TLCAN; los conflictos de la tierra, con las empresas asechando y hostigando a los pueblos.

Pareciera una elección imposible de cubrir. Por eso, en Periodistas de a Pie hemos apostado una vez más, por el trabajo en equipo. En los próximos días inauguraremos una alianza de medios independientes para fortalecer nuestras capacidades de investigación, y juntar talentos y experiencias que nos permitan hacer una radiografía del país y para armar, entre muchos, el rompecabezas de nos permita llegar a buen puerto.

El gran reto será no seguir la agenda de los partidos políticos, sino encontrar una voz y una mirada propias, que crucen todos los espacios de la cotidianeidad. Que lo político se vuelva social y lo social político. Que orille a los gobernantes a respetar a los ciudadanos, a cumplir con los mandatos democráticos básicos.

La regularización de las radios comunitarias y la publicidad oficial son el primer punto de nuestra agenda. Porque sólo con medios de comunicación fuertes e independientes podremos tener a una sociedad informada, que pueda hacerse cargo de sus decisiones.

La corrupción, las múltiples violencias feminicidas, las secuelas de nuestro innombrado conflicto, los desaparecidos y otras formas de violencia; las migraciones, los desplazados, y los conflictos derivados de la defensa de la tierra; la desigualdad, el racismo.

Son temas que tendrán que cruzar la agenda electoral y que van a requerir miradas agudas, que vayan a las estructuras, a las causas profundas y a la construcción de narrativas que fortalezcan y no nos revictimicen, ni abonen a la narrativa del terror que paraliza y fragmenta el tejido social.

Esa es la apuesta del equipo de Pie de Página y de las plataformas periodísticas de Periodistas de a Pie.

Es una apuesta alta. Pero de ese tamaño es el iceberg que tenemos enfrente. Y para el periodismo mexicano significa una oportunidad enorme para salir de la cueva en la que ha estado capturado durante años por el sistema político. Bien dice Javier Daría Restrepo, padrino de la Red PdP, que en tiempos de crisis emerge el mejor periodismo. Nos toca ahora demostrarlo.

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