Editorial: El periodismo y las fronteras

Tres imágenes han marcado la agenda mediática de la guerra en Siria en años recientes.

Publicado: 19.04.2017

Foto tomada de redes sociales

María Teresa Juárez

@tuyteresa

Tres imágenes han marcado la agenda mediática de la guerra en Siria en años recientes.

La primera ocurre en el verano de 2015 cuando Yusra Mardini y su hermana Sara, huyen de la ciudad de Damasco, conocida en aquella región como ash-Sham o la ciudad de los jazmines.

Antes de la guerra, Yusra entrenaba como nadadora profesional hasta que la violencia alcanzó su hogar. Mardini se dio a conocer internacionalmente por haber salvado a una veintena de refugiados sirios que cruzaban el mar en una barca a punto de hundirse.

Antes de naufragar, Yusra se lanza al mar arrasatrando la pequeña barca desde el Mar Egeo hasta la isla de Lesbos, en Grecia.

Luego de cruzar a pie Macedonia, Serbia, Hungría y Austria, finalmente Yusra llegan a Berlín, donde es acogida en un centro para refugiados y posteriormente entrenada para ser la abanderada en la delegación de refugiados en Río 2016.

Es en el contexto de las competencias olímpicas cuando Yusra se reconoce a sí misma como un caso excepcional, sin dejar de colocar el tema de los refugiados sirios y el grave problema humanitario que implica el desplazamiento de millones de personas fuera de su país.

Es en 2016 cuando Yusra aprovecha la cobertura periodística de su caso, para hacer visible el tema y promover la reflexión internacional acerca del impacto de esta guerra en la vida de millones de personas.

Por primera vez, el tema de los refugiados ocupa un lugar en la agenda mediática de los Juegos Olímpicos.

La segunda imagen es de la periodista turca Nilufer Femir, quien tomara la foto del cuerpo sin vida de Alan Kurdi, un niño sirio de tres años, encontrado en la costas de Turquía. Medios como la BBC deciden no publicarla, mientras que The Independt y agencias internacionales retoman la imagen con gran impacto en la opinión pública mundial.

Este fin de semana, Siria vuelve a ser noticia cuando el fotógrafo Abd Alkader Habak, decide dejar la cámara para rescatar civiles, luego de que un coche bomba estallara frente a un convoy de refugiados de la ONU, con un saldo de 128 muertos, 68 de ellos menores.

La imagen de Abd Alkader Habak cargando a un menor, pasará a la historia como la escena del periodista que decide salvar una vida, en lugar de tomar la fotografía.

No obstante, alguien más le graba, dejando el registro de esta acción que humaniza al periodista y lo coloca dentro de la escena.

No podemos dejar de mirar lo que pasa en un mundo cada vez más convulsionado por conflictos bélicos en los que mueren cientos y miles de civiles.

El caso de Siria nos arrebata la mirada y nos deja perplejos ante una realidad lejana y al mismo tiempo conocida: las consecuencias de una guerra inesperada en la que cientos de miles de personas huyen ante la violencia extrema.

Durante mucho tiempo, se definía al reportero de guerra como un periodista que cubría conflictos bélicos.

En las narrativas del siglo veintiuno, esta consideración se ha transformado para dar pie a propuestas como las del periodismo de paz: un enfoque centrado en la responsabilidad ética de contar historias que sean capaces de mostrar las resistencias y organización ante los conflictos armados.

Este enfoque toma en cuenta los efectos de la guerra en la vida cotidiana de las personas: desplazamiento forzado, secuelas post-traumáticas y la participación de los actores involucrados, entre otras.

El 14 de abril de este año, la periodista Elena Cabrera escribe en el diario Público un interesante artículo sobre el papel de los periodistas en la cobertura de la guerra, los refugiados y las migraciones.

Ella plantea dilemas que incluso van más allá del planteamiento del periodismo de paz. Se trata de revisar nuestro acercamiento al hecho noticioso, ya no como distantes documentalistas de los hechos, ella propone un “protocolo de intervención periodística”, un escrito diseñado desde la participación de migrantes, refugiados y periodistas, elaborado con código abierto en el que las antiguas fronteras entre el yo periodista y el objeto a documentar, se borren, “se migren” como dice en sus propias palabras.

Estamos pues ante una propuesta que nos invita a traspasar las fronteras de lo aprendido para replantear enfoques y narrativas de cómo documentamos periodísticamente los tiempos de crisis.

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