Si no hubiera sido por la respuesta indignada a los lamentables tweets de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México sobre el feminicidio de Lesvy Berlín, con toda seguridad ningún medio habría caído en cuenta del error cometido al replicarlos.
La reflexión que llevó a condenar la criminalización de la víctima no es un ejercicio común en las redacciones ni en soliloquio periodístico.
Prueba de lo anterior es la cobertura común de esta clase de crímenes y sus titulares: «La mató por celos», «La mató porque estaba embarazada», «La mató por pedirle dinero», “La mató por andar con otro”, a ello se suman los detalles que suelen agregar en las notas sobre la vida privada de la víctima, incluso recurriendo a las redes sociales (como si ahí se encontrara la más absoluta verdad) violando el derecho a la privacidad y olvidando -o pasando por alto con toda intención- el interés periodístico.
La mayoría de los medios están abordando el grave problema nacional de la violencia de género y los feminicidios sin perspectiva de género e ignorando las leyes y el derecho. Su actuar -en el mejor de los casos- suele ser de “apaga fuegos”: luego de equivocarse, corrigen, pero no parece haber una estrategia reflexiva o de profesionalización editorial para evitar que se repita la re-victimización de mujeres y familias.
Y no se trata de no hablar del asunto, al contrario, hay que visibilizar no sólo los crímenes como tal, sino también las omisiones del Estado en las acciones preventivas que mandatan las leyes (general y estatales de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia) como de los protocolos internacionales; en la Convención Belem do Pará, el deber de las autoridades en materia de medios, es “alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”. Periodísticamente hay que dar seguimiento a los casos para evidenciar los errores procesales y la falta de acceso a la justicia.
La nuestra, se trata de una labor que facilite a la sociedad mexicana comprender los feminicidios, porque no es asunto fácil ni se reduce el problema a un término que define todos los asesinatos de mujeres, no: se trata de crímenes causados por el machismo, y el machismo nos atraviesa sin darnos cuenta, incluso, algunas de nuestras actitudes lo revelan; periodistas -varones- se sumaron a la campaña en redes #SiMeMatan cuando se trataba de relatos íntimos de mujeres en el supuesto de ser víctimas del machismo, una periodista cuestionó al papá de Yakiri (perseguida judicial porque en defensa propia mató al hombre que la violaba) cómo iba vestida ella el día que la atacaron sexualmente, o quien dejó pasar el titular del periódico La Jornada “En marcha por CU, mujeres apoyadas por hombres exigen justicia para Lesvy”.
Si como periodistas no sabemos reconocer dónde está el machismo en los ejemplos anteriores, colegas, estamos fallando. Y llevamos tanto tiempo fallando que resulta ingenuo sorprenderse por el rechazo que a veces encontramos en las coberturas reporteriles.
Por supuesto, ninguna agresión contra periodistas se justifica y habrá que señalarlo siempre, pero en mi opinión pecamos de arrogancia si queremos que las personas sepan quién es quién, quién hace qué o cómo lo hace y, sobre todo, nos agradezcan por el trabajo hecho. Si se dedican al periodismo esperando aplausos, erraron el camino o el medio.
Me parece que en la presión por cumplir con las cuotas laborales diarias olvidamos la importancia de detenernos un momento y tratar de comprender a quien está del otro lado, no para justificar, sino para explicarnos el accionar y reaccionar en consecuencia y contexto.
En un país donde lo urgente desplaza a lo importante, los retos para el periodismo son mayores. Hemos fallado y seguramente seguiremos fallando, pero en la medida en que podamos reconocerlo sucederá mucho menos y haremos nuestro trabajo con más respeto y ética.
Posdata
Hace unas semanas causó escándalo el caso de Marcelino Perelló, quien por hacer comentarios misóginos y machistas tuvo que salir de Radio UNAM y dejó de ser catedrático en esa casa de estudios.
Su salida de la radio es un ejemplo de cuando se privilegia los derechos de una mayoría, en este caso las mujeres y su derecho a una vida libre de violencia, sobre el posible derecho vulnerado de una persona, en este caso Perelló y su libertad de expresión, una libertad que atenta contra una sociedad que en teoría busca erradicar la violencia de género.
No es un ejemplo inédito, en 2016 el cantante Gerardo Ortiz tuvo que retirar el video de una de sus canciones donde hizo apología del delito y fue sujeto a un proceso judicial.
México es un país mortal para los periodistas y Veracruz es el epicentro de la violencia contra ellos. El Comité para la Protección de Periodistas presentó una investigación sobre la situación de la libertad de prensa en Veracruz y advirtió que es responsabilidad del gobierno terminar con la impunidad.
En esta emisión, Daniela Pastrana entrevista vía telefónica a Carlos Lauria, director del CPJ para América Latina, quien nos habla sobre el informe presentado el pasado 3 de mayo, en el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
El 20 de mayo de 2007, en un restaurante de la colonia Roma, nació la Red de Periodistas de a Pie, una iniciativa a la que nos convocó Marcela Turati para buscar las grietas donde colar los temas que nos parecían importantes y que comúnmente son opacados por la agenda de los políticos y grupos de poder.
Ya teníamos meses dándole vueltas a la idea que nos había sembrado en un desayuno María Teresa Ronderos, y que fue reforzada por Javier Darío Restrepo, ambos maestros de la Fundación Nuevo Periodismo y consejeros del incipiente grupo.
A esa reunión fundacional, en la que votamos el nombre, acudimos una veintena de periodistas. En el primer núcleo estaban Marcela Turati, Elia Baltazar, Mago Torres, Thelma Gómez Durán, Verónica García de León, Daniela Rea, Daniela Pastrana y otras colegas que se sumaron al desordenado trabajo durante el primer año; al poco tiempo llegaron María Teresa Juárez y Alberto Nájar, nombrado oficialmente “cuota de género”.
Los survivors, como nos decía Alma Delia Fuentes, en referencia a las maratónicas asambleas iniciales y al esfuerzo extra que implicaba mantener el ritmo de la red, firmamos en mayo de 2010 el acta constitutiva de una organización civil, que era el primer paso para crear algo mucho más grande que un club de amigos.
No sabíamos entonces que la necesidad de buscar un periodismo más profesional, crítico y libre de compromisos nos iba a llevar a convertirnos, primero, en central de emergencias ante las agresiones contra los mensajeros de un país en guerra; luego, en bolsa de trabajo para periodistas y medios en busca de buenos periodistas; y finalmente, en una productora de investigaciones y trabajos colaborativos que han ido imponiendo la agenda de los invisibles: migrantes, desaparecidos, mujeres, campesinos despojados, comunidades desplazadas.
En estos años han ido y venido del grupo nuclear muchos colegas que han sido aliados intermitentes como Pepe Jiménez, Lydiette Carrión y Luis Guillermo Hernández; el grupo de colaboradores se ha extendido a más de 40 reporteros, además del talentoso y joven equipo de Pie de Página. Pero la red se mueve, porque es una red y no una asociación gremial. Y para ser un survivor de la PdP, hay que aguantar los dilemas propios de una organización horizontal y que con pocos, muy pocos recursos, multiplica las acciones.
Es un esfuerzo que logramos, en mucho, porque en 2015 entraron al relevo del grupo fundacional Mónica González, Celia Guerrero y una docena de periodistas de los estados, encabezados por Jade Ramírez Cuevas y Ernesto Aroche, que nos han dado una visión menos egocéntrica del periodismo y del país.
Pero sobre todo, ha sido posible porque la red se necesita. Porque es la casa de muchos. Y porque en este país no podemos darnos por vencidos para hacer el periodismo en el que creemos.
Por eso, a propósito del Día de la Libertad de Prensa y del mes conmemorativo de la red, cuatro fundadores hicimos el ejercicio de intentar explicar lo que fue, ha sido y sigue siendo Periodistas de a Pie.
I.- En el Camino (Alberto):
Mi primera tarea en la Red de Periodistas de a Pie, a la que recién me había integrado, fue mediar en un problema interno con algunas integrantes de la organización. Tal vez por mi pasado sindical –fui secretario general del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada-, porque durante varios años fui el único hombre en la Red o tal vez porque nadie más se animó, lo cierto es que una de mis responsabilidades en la Red fue la ayudar a resolver las controversias que surgieran.
La masacre de 72 migrantes en agosto de 2010, en un rancho de San Fernando, Tamaulipas, marcó una nueva etapa. La prestigiada Alma Guillermo Prieto convocó a un grupo de periodistas, escritores, poetas, pintores y músicos a realizar un altar virtual en memoria de las víctimas. De esa iniciativa surgió En el Camino, un periódico mensual que distribuimos en albergues de migrantes en México, y que fue financiado por Open Society Foundations.
Migración es una de las áreas fundamentales de la Red, e incluso gracias al apoyo de la Fundación hace tres años nació un portal especializado en el tema, llamado también En el Camino. La edición del contenido de este espacio es, ahora, mi principal responsabilidad que se encuentra en ruta al perfil que la Red adoptó desde hace dos años: promover la investigación periodística con todas las herramientas y plataformas posibles.
II. Un trabajo para las nuevas generaciones (Verónica)
Cuando me uní al proyecto, mi hija tenía 8 años. Este año cumplió 18 años y está a punto de entrar a la universidad. Estuve desde sus inicios en la planeación de varios talleres que en ese entonces nadie más organizaba. Hoy otros proyectos han emergido para atender una necesidad de capacitación y de periodismo independiente, en un país que en 10 años se ha deteriorado por una mala administración de sus gobernantes, aumento de crímenes de grupos delincuenciales y del propio Estado, y una impunidad y corrupción enquistadas. Eso no ha cambiado. Pero el éxito de un grupo formado y dirigido por periodistas está en la visibilidad y difusión de esa corrupción, de esos crímenes, y de ese deterioro. Es un trabajo que de a poco cambia conciencias. Y es un trabajo que debe continuar, y que nuevas generaciones deben retomar.
En 10 años, la Red pasó de juntas y reuniones en casas y restaurantes a trabajar en una mini oficina-redacción en la colonia Juárez; de solo ofrecer talleres en la ciudad de México, a promover talleres propios y con otras redes que se han aliado al proyecto de PdP en distintos estados del país. Y ahora, además, la red elabora y publica historias propias en un periódico de migración y en un sitio web, y produce un programa de televisión por internet. Personas que fueron fundamentales en la fundación decidieron separarse y han llegado nuevas que son cruciales para continuar el proyecto.
Así ha cambiado la red de Periodistas de a Pie. Que sigan los cambios para mejorar, conservando como hasta ahora los ideales y principios que buscamos desde su fundación, la defensa de las causas sociales siempre desde un periodismo independiente y profesional.
III. Un modelo único (María Teresa)
En 2010, cuando las agresiones a periodistas eran sistemáticas, decidimos constituirnos como organización civil y trabajar con otros periodistas la seguridad y el autocuidado, lo que se convirtió en un vínculo permanente con colectivos locales y regionales. De esas experiencias, aprendimos que la información es más poderosa cuando trabajamos en conjunto.
Desde entonces nuestro objetivo ha sido consolidar este proyecto a través de una plataforma de vínculo permanente entre capacitación, libertad de expresión, fortalecimiento de redes y más recientemente desde la apertura de un medio propio: Pie de Página. En estos años, hemos realizado más de 200 actividades de formación y nos hemos enriquecido con la colaboración y alianza de colegas del interior de la República y otros países.
Este modelo organizativo desarrollado por PdP, bajo la lógica vinculante de capacitación – articulación – producción de investigaciones que generan insumos para varios medios, es único y ha permitido fortalecer las capacidades de periodistas en las regiones, proteger a los colectivos locales, y al mismo tiempo, documentar violaciones a derechos humanos y visibilizar problemas que no están en la agenda mediática.
Desde la coordinación de capacitación, sabemos que es posible la construcción colectiva de saberes y la creación de redes de colaboración. Los procesos de formación tienen la virtud de ser algo más que referentes de actualización: en estos espacios también se han tejido redes solidarias.
Mi paso por la red ha sido determinante en mi vida profesional. He aprendido a mirar y escuchar de otra manera, a pensar en otras posibilidades creativas, a replantear mis aprendizajes acerca del periodismo. También están esas largas horas de charla, risas y encuentros, así como la divergencia de posiciones y miradas sobre la implicación de lo colectivo. Hoy quiero agradecer profundamente a todas las personas que han construido esta gran red de periodistas, a las/los colegas de los estados, quienes diariamente salen a reportear este país, a las fundadoras, a los profesores, a los voluntarios y todas las personas que han confiado en este proyecto.
IV. El periodismo posible (Daniela)
Si algo debo reconocer de esta década de Periodistas de a Pie es su fortaleza ética. Y si algo tengo que agradecerle al extraordinario esfuerzo que nos ha exigido es la posibilidad de hacer el periodismo en el que creo.
Hace 10 años, antes de llegar a la reunión en que elegiríamos el nombre, escribí unos párrafos de lo que visualizábamos que sería la red, “a modo de presentación”. Releo ese texto para esta editorial y pienso que, a pesar de todos los vendavales –internos y externos-, en la red de antes, y la de ahora, sigue siendo vigente cada línea:
(…) Por eso reivindicamos el periodismo de a pie. El de la calle. El preguntón. El que toma el pulso de la gente. El que tiene un punto de vista y no se engaña con la falsa promesa de neutralidad. Porque no se puede ser neutral frente a una guerra y no se puede ser neutral frente al dolor humano. Por eso creemos en el periodismo social. El que detrás de las estadísticas encuentra personas con historias. El que cree que es posible transformar a la sociedad con información. El que mira con ojo crítico y no ha perdido la capacidad de indignarse, pero que al mismo tiempo mantiene la esperanza de que, con el periodismo, se puede cambiar la “normalidad”.
(…) Los ciudadanos tenemos derecho a una información precisa y que ayude a traducir las complejidades de la sociedad. Una información que no banalice nuestras historias, aunque se espante de ellas; que no tenga prejuicios, aunque tome posiciones; que explique la realidad, aunque haya muchas realidades. Una información que nos reconozca con los otros y nos refleje en un espejo multiforme. Ese es el germen con el que nace esta red de “periodistas sociales”. Iremos abriendo brecha, marcando pasos, porque creemos que es posible un periodismo distinto, más profesional, más comprometido, y sobre todo, más humano.
Gracias totales a todos los que nos han acompañado en este camino.
En mayo de 2012, en vísperas del cumpleaños número cinco de la Red de Periodistas de a Pie, estábamos en la antesala de un taller de Periodismo en Veracruz. Era parte de un plan de capacitaciones a periodistas en conjunto con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación que incluía Chiapas, Chihuahua y la sede, el puerto.
A Veracruz iría con Daniela Rea y Celia Guerrero. Estábamos cerrando los últimos detalles de la logística cuando nos enteramos del asesinato de Regina Martínez, la corresponsal de Proceso. Sabíamos por Mike O’Connor, el entrañable corresponsal del CPJ, que varios periodistas habían salido huyendo de Veracruz después de los asesinatos de Milo Vela y Yolanda Ordaz, unos ocho meses atrás.
Milo Vela era el subdirector de Notiver, el diario de mayor circulación en el puerto; Yolanda era su mano derecha. A ambos los mataron con una saña que no se conocía en México. Sin embargo, sus muertes habían pasado desapercibidas para la prensa chilanga y para la sociedad, fuera de los círculos de las organizaciones de libertad de expresión.
Así que en realidad, no sabíamos mucho de lo que pasaba en Veracruz. El taller lo habíamos organizado con la ayuda de Juan Eduardo Flores, un joven y talentoso estudiante de periodismo que adoptamos en el equipo de Periodistas de a Pie durante la caravana al sur del Movimiento por la Paz que encabezó Javier Sicilia, en septiembre de 2011.
Dentro del grupo de PdP, a Regina solo la conocía Marcela Turati, quien ya entonces trabajaba para Proceso. Ella nos impulsó a una manifestación en El Ángel de la Independencia. Ahí llegaron Jenaro Villamil, Carmen Aristegui, Anabel Hernández, que eran los rostros protagónicos del periodismo mexicano. Pero todavía no empezábamos a decidir qué hacer cuando recibimos la noticia de que habían encontrado los cuerpos de tres fotorreporteros del puerto.
Era el 3 de mayo, Día de la Libertad de Prensa. A Gabriel Huge, Guillermo Luna, Esteban Rodríguez e Irasema Becerra, sus compañeros periodistas los encontraron desmembrados, despellejados, echados en bolsas para la basura en un canal de aguas negras.
En Conapred sugirieron cancelar el taller. Nosotras pensábamos que era el momento de ir a ver qué pasaba. El taller tuvo una gran convocatoria y fue exitoso en el cumplimiento de las expectativas. Pero lo más importante surgió después, en las cervezas en el hotel con unos reporteros que nos contaron todo lo que habían vivido en los meses previos.
En esos días, yo tenía una invitación a participar en el Foro de Austin que organiza Rosental Alves, y pensé que sería buena idea llevar un mensaje desde Veracruz, así que me surgió el ¿Qué necesitan?
-Una pistola – me respondió uno de ellos.
-No, eso no lo puedo conseguir y tampoco les servirá de nada – dije, pensando en las armas de los grupos criminales.
-No es para defenderme, sino para que no me agarren vivo.
Sólo entonces pude dimensionar la soledad en la que estaban. La historia la fui a contar una semana después al foro y le dio la vuelta al mundo. La retomaron en sus columnas Carlos Dada y Gustavo Gorriti. Más, porque al día siguiente de mi exposición se apersonó en el foro Miguel Ángel López, el hijo de Milo, y dio un dolorosísimo testimonio del asesinato de su familia y su autoexilio.
Después, la red organizó un taller de autocuidado con el Dart Center en el que participaron dos reporteros del puerto y yo me sumé a un equipo de la Comisión de Derechos Humanos del DF que iría a trabajar con un grupo de cinco periodistas a Xalapa.
La relatora para la libertad de expresión de la CDHDF era Laura Salas y nada podía detener sus ganas de hacer algo. Fue en esos días en Xalapa cuando finalmente entendí lo que significa tener miedo: reuniones secretas, camufladas de talleres de género, con celulares adentro del horno o en jardineras; prohibido decir en voz alta las palabras “policía” o “desaparecidos”.
Regresando de Xalapa hubo una reunión con todas las organizaciones de libertad de expresión a las que Laura Salas y yo les pedíamos que se formara un grupo amplio para presionar al gobierno de Veracruz. Pero nunca se concretó. Todavía hoy me sigo sorprendiendo de lo difícil que es para las organizaciones de activistas trabajar juntas. Darío Ramírez, entonces director de Artículo 19, fue tajante: “Nosotros no vamos a ir a Veracruz; si quieres traemos a la ciudad de México a los reporteros que me digas y les damos un taller de seguridad, pero Artículo no va a Veracruz”.
Así que seguí yendo sola con Mike y con Laura cuando nos invitaban los del #YoSoy132 o cuando se podía. Invariablemente, cada vez que fuimos a Xalapa pasó algo extraño, algo que nos indicaba que éramos vigilados y que querían que lo supiéramos.
A Norma Trujillo la había conocido en el primer viaje con el equipo de la CDHDF, y fue a la primera que le dije: “tenemos que contar esto”. Ella, pequeñita y valiente, dijo que sí. Entonces nos fuimos a Jalisco a presentar el caso de Regina ante el Tribunal de Conciencia de las Mujeres, junto con Jade Ramírez Cuevas, quien para entonces ya era cómplice incondicional de PdP.
En esos días también conocimos a Rapé y a otros periodistas desplazados. No se me olvida su rostro adusto el día que nos reunimos a desayunar con Balbina Flores, de Reporteros sin Fronteras, Marcela Turati y Anabel Hernández para planear acciones de apoyo a periodistas desplazados. Era el mismo gesto arisco y desconfiado que tenía cuando lo volví a ver, en Xalapa, en el primer año del aniversario del asesinato de Regina.
En la Red planeamos ir a ese aniversario y pusimos por delante la presentación del libro Entre las Cenizas. Historias de Vida en Tiempos de Muerte. Solicitamos medidas del incipiente mecanismo federal de protección a periodistas. Definimos que fuera Pepe Jiménez el responsable de la seguridad del grupo y el interlocutor con la policía federal. En el mecanismo insistían en tener los nombres de los periodistas que iríamos. También nos lo preguntaban colegas de Veracruz, preocupados de que se andaba rumorando entre pasillos que nos iban a mandar los de Antorcha Campesina y a los zetas para que no llegáramos.
“Diles que van Rodolfo Walsh, Kapuscinski, y Truman Capote”, les dije cuando me cansé de la insistencia. Unos días antes, en un café que está cerca de Serapaz, Marcela y yo evaluamos todos los mensajes y dijimos: “hay que ir”. Pero íbamos con miedo. Al salir de la Ciudad de México, escribí en un post en Facebook que decía que cualquier cosa que nos pasara sería culpa de Duarte y me gané tener marcaje personal de una funcionaria de la Comisión de Derechos Humanos que no me dejaba ni cruzar la calle sola.
En ese viaje conocimos a Sayda Chiñas, quien me contó que el dueño de su medio, un pequeñito medio en Coatzacoalcos, era un político local. En diciembre de 2013 cuando un financiamiento de Free Press Unlimited nos permitió organizar un encuentro de periodistas en la Ciudad de México, invitamos a Sayda y a otros 12 periodistas del estado. La delegación de Veracruz fue la más grande de todas. Y no imaginábamos que volveríamos a encontrarnos apenas dos meses después, en febrero de 2014, cuando asesinaron a Gregorio Jiménez de la Cruz, corresponsal de Notisur, el medio donde Sayda trabajaba.
Yo entonces daba clases en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García e interrumpí una clase cuando vi mensajes urgentes de Veracruz. Eso me valió el más incomprensible reclamo del director académico: “parece que estás más ocupada en salvar vidas que en dar clases”.
Hicimos la Misión de Observación a la que fuimos 17 periodistas. Luego, Sayda, Norma, Jade y yo presentamos el caso de Veracruz en el Tribunal Permanente de los Pueblos.
Artículo 19 decidió ir a Veracruz hasta después del asesinato de Moisés Sánchez, en enero de 2015. Siempre les he reclamado que llegaron tres años tarde, aunque me alegra que lo hayan hecho. También llegó Freedom House y el mecanismo federal, a descoser las pocas costuras que habían logrado hacerse en medio de la desconfianza en el gremio. Muchos más han llegado estos años a hacer informes y reportajes de libertad de expresión. Nunca entendieron que había que presionar fuerte al gobernador, a Gina Domínguez, a Arturo Bermúdez, a Erick Lagos, y a todos los que ahora, tras la caída de Javier Duarte, comienzan a investigarse.
En julio de 2015, el asesinato de Rubén Espinosa cimbró de varias formas al equipo de PdP. A través de la beca Mike O’Connor para investigar el homicidio, pude recorrer Veracruz de norte a sur y hablar con muchos periodistas durante 2016 que me permitieron conocer más a fondo las dinámicas de los medios.
En estos años he aprendido que hay que vivir en Xalapa para entender el miedo y la aparente paranoia de los reporteros de Veracruz. También he aprendido que todo lo que ahora nos parece un escándalo de portada en medios nacionales, muchos periodistas de allá lo habían publicado.
Ahora, algunos medios se dan el lujo de adjudicarse inexistentes unidades de investigación para presumir reportajes de fosas hechos por reporteros locales. Otros, como Animal Político y Aristegui Noticias, han documentado ampliamente la corrupción de Duarte y sus funcionarios cercanos. Me alegra que lo hagan, pero no puedo dejar de pensar que, como Artículo 19, los grandes medios llegaron tarde. Tampoco puedo dejar de pensar que ese trabajo ya lo hicieron mucho antes, cuando el grupo estaba en el poder, valientes periodistas que mantuvieron la independencia.
Ahí están las notas de Regina, de Ignacio Carvajal, de Rodrigo Soberanes, Norma Trujillo, Édgar Escamilla y varios más. Ahí están las fotos de Rubén, Raziel, Israel, Félix y una larga lista. Lo dijeron y lo dijeron. Incluso, los que no podían publicar en sus medios porque éstos disfrutaban de jugosos contratos de publicidad, lo fueron a contar a los talleres y a las marchas para que otros lo dijéramos. Ese trabajo, invisibilizado por la gran prensa nacional, ha sido clave para que hoy tengamos las imágenes del invariablemente sonriente Javier Duarte en la cárcel.
Mi última adquisición para la carpeta de “entrañables” de Veracruz fue Miguel León, un chamaco al que le tocó estrenarse en el periodismo con el caso de Tierra Blanca y que no ha dejado de documentar historias de desaparecidos en los 16 meses que lleva de reportero. Hace un año, Miguel recibió el primer Premio Regina Martínez entregado por el Colectivo Voz Alterna. Fue una ceremonia inolvidable, surreal: en la plaza, con el sol a plomo, sin templete y con un montón de reporteros apretujados para poner su grabadora, mientras un grupo de manifestantes sin demandas concretas bloqueaba la calle.
“Me imaginaba que iba a ser de otro modo, como más formal”, me dijo Miguel más tarde. “Pero cuando me entregaron el reconocimiento me di cuenta de que es, sobre todo, una gran responsabilidad”.
Y sí. Es una gran responsabilidad. Porque la muerte de Regina abrió la caja de Pandora de Veracruz.
Este año, el Colectivo Voz Alterna entregará por segunda vez el reconocimiento que lleva su nombre y seguramente será igual: en la calle, entre mil chambas, como guerreros que son esos periodistas que han aguantado todo, pérdidas de amigos, presiones, hostigamiento, miedo, rabia, dolor, y que a pesar de todo, se niegan a tirar la toalla y siguen peleando porque algo cambie.
Porque así es esta maldita profesión que tenemos.
Entrega del primer premio Regina Martínez a Miguel Ángel León Carmona, en la #PlazaRegina, en Xalapa, Veracruz. Video Colectivo Voz Alterna
El odio, la violencia y la poca eficacia de las políticas en los países del Triángulo Norte de Centroamérica para proteger a la comunidad transgénero, han provocado que miles de personas huyan, buscando en México y Estados Unidos un espacio seguro para vivir. Sin embargo, no sólo encuentran desprotección, sino discriminación a causa de su identidad de género.
En esta emisión, Alberto Nájar presenta un trabajo realizado por Mónica González, de Pie de Página, que retrata la violencia y la discriminación que viven los migrantes trans.
Senado incumple sentencia de la Suprema Corte con la aprobación de la #LeyChayote
Ciudad de México, a 26 de abril de 2018
• Sin escuchar las criticas ni advertencias, el Senado pasa en fuerza la Ley General de Comunicación Social y la aprueba sin ningún cambio, • La ley no cumple con lo establecido en la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. • Legaliza las malas prácticas en torno a la publicidad oficial, mantiene el estatus quo.
La noche del miércoles 25 de abril el pleno del Senado de la República con 60 votos favor, 46 en contra y una abstenciónde aprobó la Ley General de Comunicación Social en un proceso legislativo lleno de claroscuros, inconsistencias y cargado de irregularidades que desde el Colectivo #MediosLibres denunciamos en más de una ocasión.
La minuta votada no cumple con los criterios establecidos en la sentencia del 15 de noviembre del 2017 emitida por la primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por el contrario, legaliza las malas prácticas llevadas a cabo en la publicidad oficial, y no integró en su contenido las demás iniciativas presentadas en ambas Cámaras por los diferentes partidos políticos, y mucho menos integró las recomendaciones que desde el Colectivo #MediosLibres propusimos al Congreso de la Unión.
A través de esta simulación legislativa en la que se buscó emitir la ley antes del 30 de abril, fecha límite establecida por la Corte para no entrar en desacato, no se cumple con lo establecido en la sentencia ya que persiste «la vulneración a la libertad de expresión en su dimensión colectiva y también se traduce en una clara afectación a la dimensión individual de la libertad de expresión». Asimismo, la libertad de expresión se sigue viendo afectada al no establecer reglas claras en el tipo de gasto de la publicidad oficial. En palabras de la sentencia esta ley aprobada en el pleno del Senado «viola la libertad de expresión, de prensa y de información, ya que la ausencia de dicho marco normativo permite un uso arbitrario y discrecional de la repartición de la publicidad oficial y genera censura a los medios de comunicación y periodistas críticos.»
El proceso que se siguió en ambas Cámaras no respetó los lineamientos legislativos ni el diálogo con la sociedad civil, lo cual se traduce en que esta ley, es una ley sin consenso. A pesar de las reuniones en Comisiones Unidas (Gobernación, Radio, Televisión y Cinematografía, y Estudios Legislativos Primera) los días 19 y 24 de abril, en las cuales llegaron a un empate, la minuta no tuvo ningún cambio en su contenido y se aprobó en el pleno de la Cámara de Senadores, lo cual incumple con la sentencia de la Suprema Corte de Justicia.
Sin importar los diversos llamados no sólo del colectivo #MediosLibres sino de organismos constitucionalmente autónomos como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (INAI), organismos internacionales como la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), las relatorías para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de las Naciones Unidas (ONU), y de diversos actores de oposición dentro de ambas cámaras, esta ley fue aprobada sin considerar las preocupaciones que se denunciaron a lo largo de cinco meses desde que se dictó la sentencia.
Esto claramente muestra una total falta de voluntad política, una falta de compromiso por parte de las y los legisladores, que se vio reflejado en un supuesto cumplimiento a la sentencia de la Suprema Corte dejando una gran deuda que el Congreso tiene para con la sociedad, así como para sus derechos y libertades. No puede existir una sociedad democrática sin un Estado que no integre en su agenda la libertad de expresión como un eje rector de la misma. Con la ausencia de garantías para ejercer la libertad de expresión se imposibilita el poder acceder a otra gama de derechos, y por ende, se debilita nuestra democracia. Esta ley impide que los medios de comunicación sean verdaderos instrumentos de ciertas libertades y no vehículos para restringirlas, lo que implica que los medios de comunicación “sirvan para materializar el ejercicio de la libertad de expresión, de tal modo que sus condiciones de funcionamiento deben adecuarse a los requerimientos de esa libertad”.
La falta de diálogo con la sociedad civil y su integración en el proceso tuvieron como consecuencia que esta ley obedezca a intereses muy particulares y no a los que una sociedad como la mexicana requiere. Por tales motivos y razones, es que desde el colectivo reprobamos la forma en la que se condujo este proceso legislativo y rechazamos contundentemente el resultado en la que esta ley derivó, que deja en un estado más vulnerable la libertad de expresión y el derecho a la información de esta sociedad.
Este no es un cumplimiento integral, y finalmente con esta aprobación de la minuta persistirán las violaciones a los derechos humanos que la Suprema Corte intentó proteger en su sentencia. No bastaron cinco meses para que el Congreso hiciera lo que se le ordenó y decidieron hacer su trabajo legislativo en escasos dos meses a través de un proceso lleno de irregularidades.
Entrevista a Daniela Pastrana sobre el trabajo de libertad de expresión de la Red de Periodistas de a Pie, en el programa La Mundial en M21, del 88.6 de FM de la radio española. La Mundial es un programa de la Emisora Escuela M21 que aborda temas de cultura, sociedad y política desde una perspectiva de de análisis colectivo acompañado de buena música.
Escucha la participación de Daniela Pastrana a partir del minuto 44
Durante el programa también entrevistarón a los periodistas Silvia Chocarro, Stepháne Grueso, Virginia Pérez Alonso y a integrantes de las OSC, Alba Villanueva de No somos delito y Malena Mangas de Reporteros sin Fronteras.
Daniela Pastrana, Victoria Helena, José Ignacio De Alba y Félix Márquez, integrantes de Pie de Página, presentaron la Serie documental #Buscadores, en un país de desaparecidos, ganadora del POY Latam y #PremioGabo 2017, como parte de las actividades de la semana de comunicación de la Universidad Veracruzana.
En Pie de Página creemos en el trabajo colaborativo, «para la realización de la serie #Buscadores participaron 16 personas y ahora en #Resistencias, están participado 40 personas, y que cada vez que se puede aglutinar a más personas para dar salida a trabajos tan lindos, nos permite mostrar que dentro del horror hay esperanza, una pequeña luz, ver que dentro de ese desastre, hay historias de construcción» dijo Daniela Pastrana.
Realizadores del cortometraje de Guadalupe Contreras
José Ignacio De Alba conoció a Guadalupe Contreras después de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, asienta que «una de las cosas que provocó la desaparición de los estudiantes, es que montonales de personas salieran las calles a decir que ellos también tenían desaparecidos».
«Guadalupe es un personaje que siempre estuvo al margen del Estado, castigado por el Estado y con la desaparición de su hijo, logró hacer búsquedas, es un buscador excepcional, me llama la atención cómo este personaje, ignorado por el Estado logra incluso sobresalir a la justicia, y como a partir de una historia que es terrible y muy negra nace la esperanza».
Victoria Elena, dijo que le interesa seguir contando estas historias por que le pueden pasar a cualquiera, como a Guadalupe, que ahora se encuentra buscando a lo hijos de otras personas en Veracruz, cuando él tiene a su hijo desaparecido en Guerrero.
Para Felix Márquez, a diez años de iniciar su carrera de fotógrafo, dar cobertura a los desaparecidos ha sido muy fuerte, apunta a una frase del Colectivo Solecito que dice: A los muertos hay que dejarlos ir, pero a los desaparecidos hay que traerlos, le queda claro que la angustia a la que se enfrentan los familiares de desaparecidos es mayor que para las personas que tienen un lugar donde llevar flores.
#Buscadores es una serie documental que retrata la conversión de madres, padres, hermanos, hijos y parejas de personas desaparecidas, en antropólogos forenses, gestores, abogados, investigadores y peritos, asumiendo funciones que son obligación del estado.
En el año 2011 comunidades cercanas a la presa de Cerro de Oro en Tuxtepec, Oaxaca, ganaron una emblemática batalla contra la empresa COMEXHIDRO, que pretendía construir una planta hidroeléctrica en el sitio y apoderarse de sus recursos naturales. Ahora, casi siete años después, la comunidad vuelve a ser acosada por empresas.
En está emisión, Daniela Pastrana nos presenta una entrevista con Juan Carlos Martínez, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), sobre esta problemática.
Además, no te pierdas el noveno capítulo de la serie #BUSCADORES en un país de desaparecidos.
Tres imágenes han marcado la agenda mediática de la guerra en Siria en años recientes.
La primera ocurre en el verano de 2015 cuando Yusra Mardini y su hermana Sara, huyen de la ciudad de Damasco, conocida en aquella región como ash-Sham o la ciudad de los jazmines.
Antes de la guerra, Yusra entrenaba como nadadora profesional hasta que la violencia alcanzó su hogar. Mardini se dio a conocer internacionalmente por haber salvado a una veintena de refugiados sirios que cruzaban el mar en una barca a punto de hundirse.
Antes de naufragar, Yusra se lanza al mar arrasatrando la pequeña barca desde el Mar Egeo hasta la isla de Lesbos, en Grecia.
Luego de cruzar a pie Macedonia, Serbia, Hungría y Austria, finalmente Yusra llegan a Berlín, donde es acogida en un centro para refugiados y posteriormente entrenada para ser la abanderada en la delegación de refugiados en Río 2016.
Es en el contexto de las competencias olímpicas cuando Yusra se reconoce a sí misma como un caso excepcional, sin dejar de colocar el tema de los refugiados sirios y el grave problema humanitario que implica el desplazamiento de millones de personas fuera de su país.
Es en 2016 cuando Yusra aprovecha la cobertura periodística de su caso, para hacer visible el tema y promover la reflexión internacional acerca del impacto de esta guerra en la vida de millones de personas.
Por primera vez, el tema de los refugiados ocupa un lugar en la agenda mediática de los Juegos Olímpicos.
La segunda imagen es de la periodista turca Nilufer Femir, quien tomara la foto del cuerpo sin vida de Alan Kurdi, un niño sirio de tres años, encontrado en la costas de Turquía. Medios como la BBC deciden no publicarla, mientras que The Independt y agencias internacionales retoman la imagen con gran impacto en la opinión pública mundial.
Este fin de semana, Siria vuelve a ser noticia cuando el fotógrafo Abd Alkader Habak, decide dejar la cámara para rescatar civiles, luego de que un coche bomba estallara frente a un convoy de refugiados de la ONU, con un saldo de 128 muertos, 68 de ellos menores.
La imagen de Abd Alkader Habak cargando a un menor, pasará a la historia como la escena del periodista que decide salvar una vida, en lugar de tomar la fotografía.
No obstante, alguien más le graba, dejando el registro de esta acción que humaniza al periodista y lo coloca dentro de la escena.
No podemos dejar de mirar lo que pasa en un mundo cada vez más convulsionado por conflictos bélicos en los que mueren cientos y miles de civiles.
El caso de Siria nos arrebata la mirada y nos deja perplejos ante una realidad lejana y al mismo tiempo conocida: las consecuencias de una guerra inesperada en la que cientos de miles de personas huyen ante la violencia extrema.
Durante mucho tiempo, se definía al reportero de guerra como un periodista que cubría conflictos bélicos.
En las narrativas del siglo veintiuno, esta consideración se ha transformado para dar pie a propuestas como las del periodismo de paz: un enfoque centrado en la responsabilidad ética de contar historias que sean capaces de mostrar las resistencias y organización ante los conflictos armados.
Este enfoque toma en cuenta los efectos de la guerra en la vida cotidiana de las personas: desplazamiento forzado, secuelas post-traumáticas y la participación de los actores involucrados, entre otras.
El 14 de abril de este año, la periodista Elena Cabrera escribe en el diario Público un interesante artículo sobre el papel de los periodistas en la cobertura de la guerra, los refugiados y las migraciones.
Ella plantea dilemas que incluso van más allá del planteamiento del periodismo de paz. Se trata de revisar nuestro acercamiento al hecho noticioso, ya no como distantes documentalistas de los hechos, ella propone un “protocolo de intervención periodística”, un escrito diseñado desde la participación de migrantes, refugiados y periodistas, elaborado con código abierto en el que las antiguas fronteras entre el yo periodista y el objeto a documentar, se borren, “se migren” como dice en sus propias palabras.
Estamos pues ante una propuesta que nos invita a traspasar las fronteras de lo aprendido para replantear enfoques y narrativas de cómo documentamos periodísticamente los tiempos de crisis.
Verdad de Perogrullo, para que el periodismo se mantenga en una sociedad como la actual son necesarias dos cosas: soporte financiero y libertad de expresión. Medios atados económicamente al poder –el constitucional o el fáctico— a través de los contratos publicitarios difícilmente pueden cumplir con su obligación de proveer información plural, de interés público y libre de injerencia política.
Dice el popular adagio comercial: el cliente siempre tiene la razón, y los principales clientes de los espacios noticiosos no son sus audiencias, poco acostumbradas a pagar por la información que reciben, muchas veces ni siquiera los clientes comerciales que quieren la publicidad barata o mejor aún gratuita, son los gobiernos en sus varios ordenes y niveles a través del pago de publicidad oficial, el uso del erario, la cartera pública, como si fuera la cartera de los funcionarios que aparecen cortando listones y besando niños para construir carreras políticas, que van de una curul a otra, de una silla de presidencia municipal a una de gobernador y de ahí al senado y así hasta que se agota lo público.
“No pago para que me peguen” dice Proceso que dijo López Portillo cuando mandó a Francisco Galindo Ochoa, entonces titular de la Coordinación General de Comunicación Social de la Presidencia, a que ordenara “a todas las dependencias del gobierno federal, los gobiernos estatales y al PRI, de cancelar cualquier contrato publicitario con Proceso”, como una represalia por la línea crítica del semanario dirigido por Julio Scherer García.
El tlatoani sexenal –lo mismo priísta que panista— que asume que la cartera del país se guarda en la nalga derecha y se usa no para que la sociedad se informe sobre las campañas de salud, o los trámites que puede y debe realizar, mucho menos para conocer sobre la corrupción gubernamental, que ya se sabe daña y empobrece a los países, sino para que se reproduzca como virus el discurso del poder que pinta un país, un estado o un municipio como el idílico Tangamandapio.
La reglamentación que le quite la discrecionalidad al uso de la publicidad oficial es un largo pendiente en la construcción de una verdadera democracia que vaya mas allá del voto periódico y la despensa electoral, pero es una discusión que ni siquiera se ha iniciado en los corrillos políticos de este país, no vaya siendo que ahora hay que pagar para que les peguen.
Javier Corral, el gobernador que se asume periodista –y que hoy El Universal, su ex casa editorial, lo usa de bolsa de boxeo pues no ha renovado los contratos millonarios que le heredó el prófugo César Duarte— llegó a la casa de gobierno de Chihuahua prometiendo una nueva relación con los medios. Ya cumplió una parte, redujo el gasto anual de la administración del priísta, que fluctuó entre 800 y 600 millones hasta contabilizar un total de 3 mil 133 millones en publicidad oficial en el sexenio, a 180 millones.
Acotación al margen: si los espacios noticiosos viven de la publicidad oficial y no han encontrado otra vías de financiarse podemos explicar desde lo económico la desaparición de medios en Chihuahua que en otros momentos habían logrado superar las crisis de violencia generalizada y de violencia contra la prensa.
Retomemos: lo que Corral sigue debiendo a la sociedad que lo eligió, y en especial a los medios, es esa ley de publicidad oficial que reglamente la relación prensa-poder y que establezca parámetros de calidad periodística y penetración entre los lectores como elementos que definan a quién sí contratar publicidad oficial y a quién no. Y entonces sí serán las audiencias los clientes principales de los medios y no sólo una mercancía más a vender al poder.
En enero Corral dijo: “El gasto publicitario en México se ha utilizado tradicionalmente en la relación medio poder, como la zanahoria y el garrote. ‘Te portas bien o me concedes halagos, ahí está la zanahoria. Ah pero me criticas, ahí está el garrotazo y no te doy publicidad, ahí está el garrotazo y hazle como quieras’”.
Al anunciar la plataforma de publicidad oficial desarrollada en conjunto entre Fundar y el Instituto Nacional de Acceso a la Información, Corral sostuvo: “si con algún gremio queremos llevar una relación de respeto y transparencia total, es con ustedes, con las y los periodistas de Chihuahua, que son los trabajadores de los medios, con los directivos de medios y con sus propietarios. Los medios son precisamente cauces, canales entre sociedad y gobierno que bien armonizada su relación, transparente su conducción de esfuerzos, son los que hacen posible el ejercicio de dos garantías plasmadas en el artículo séptimo de la Constitución: el derecho a la libertad de expresión y el acceso a la información”.
Toca demostrarlo, toca llevar las palabras a la acción. Ya transparentó la información del gasto publicitario, ahora toca avanzar con la Ley de Publicidad Oficial.
Pero el reto no es sólo para Corral, sino para todos los estados del país. El 5 de mayo concluye la prórroga que otorgó el INAI a los gobiernos de los tres ordenes para que publicaran su información en la plataforma nacional y en sus páginas de transparencia, después de esa fecha se liberará montones de información, que además deberá ser actualizada mes con mes, y entre esa mar de información está también la de la publicidad oficial. El reto está ahí para el poder, pero también para los periodistas, tenemos que construir una relación diferente con el poder, tenemos que cambiar el chip y los patrones de conducta. La cartera pública no se guarda en la nalga derecha (o izquierda según sea el gusto), ni la línea editorial la dictan desde las oficinas de comunicación.
#Resistencia: Fuerza que se opone a la acción de otra fuerza.
Próximamente en Pie de Página: #RESISTENCIAS una serie de reportajes que rescata la lucha de los pueblos en contra del despojo provocado por proyectos de desarrollo impuestos a las comunidades.
Este 23 de julio arranca la serie con el reportaje «Mujeres contra la mina».
Conoce la lucha que las mujeres de la sierra de Puebla han emprendido contra los proyectos mineros.